La meditación interior

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Texto escogido por ARMONÍA del libro La Paradoja Divina – Ed. Gaia, con la autorización del autor

E
s necesario entender que la Meditación Interior requiere, debido a la condición mental laberíntica de sus propios procesos, de un seguimiento claro, de un camino sistemático sin el cual es imposible lograr quietud interior.
Debe adoptarse inicialmente una postura lo suficientemente cómoda que permita al cuerpo físico permanecer sentado y erguido durante un tiempo variable, que puede estar entre algunos minutos a varias horas dependiendo del control logrado sobre la actividad física y mental.
Mientras la práctica transcurre, la identificación física postural se advierte cada vez menos. Es posible hacer la práctica también en un sillón si se padece de alguna molestia física. Sea precavido y siéntese lo suficientemente cómodo para evitar caer si pierde el equilibrio, en razón de la ausencia de localización física que opera mientras ahonda en la práctica.
Ha de elegirse un lugar que invite a la interiorización. Es preferible, aunque no obligatorio, un sitio que no distraiga la mente hacia el exterior. Una mente educada puede abstraerse en cualquier sitio, pues la condición de identificación con los sones externos y demás molestias que ocurren fuera de la práctica se regulan con la disciplina de años y años de trabajo interno.
Lógicamente, la salud corporal ayuda a crear una sensación física de menor lucha por la interiorización; pero aún así, una mente educada en la práctica meditativa puede sobreponerse a esta circunstancia.
Habiendo tomado una postura adecuada, a la cual su organismo esté acostumbrado, debe evitar moverse, pues el cambio corporal implica la creación de un eventual foco de apreciación del mundo externo.
Ambientes perfumados, ropas especiales, lugares energéticos y otras ayudas adicionales no pueden reemplazar el descontrol mental por quietud mental; no son más que ayudas a mentes que no pueden depender de sí mismas. Durante la abstracción que opera en la experimentación del mundo interior cesa todo contacto externo, pues de no suceder esto (la cesación del contacto externo mediante el desconectar de los sentidos) es imposible una experiencia continua en el mundo interior.
No busque una meta; deslícese por su interioridad como quien busca con capacidad de sorprenderse. Realice su práctica como algo único, como si cada vez viajara por un nuevo universo interior que está por conocer. Evite sistematizar y evocar pasos que presupone deben acontecer. No manipule la experiencia. Al igual que en un viaje, permítale al paisaje aparecer sin que usted intente traerlo. No se esfuerce por que ocurra uno u otro hecho. Simplemente, aprenda a situarse en actitud de estar Presente, en la expectativa de lo que acontece, ‘dentro’ de sí mismo.
No intente llegar al sitio o a la experiencia interior que alguna vez logró en alguna otra práctica. Deseche, inclusive, su sed de iluminación, pues aún tal anhelo es un obstáculo a la espontaneidad del Presente. El Presente no se hace a voluntad; simplemente, fluye en forma de ‘aquí y ahora’ y es atrapado sin esfuerzo en el acto de la cognición en forma de atención en sí misma.
No desespere si no logra sumirse en el maravilloso mundo de la No-dualidad. Pueden pasar días, meses, años o vidas antes de que aprenda a Ser sin querer ‘ser algo’. La Meditación, aunque no requiere de una preparación previa, es enfrentada con mayor seguridad psicológica por quien ha librado la dura batalla mediante la disciplina de la práctica diaria.
No existen palabras, no existen puntos de comparación en la mente para aquella vivencia que perdura más allá del tiempo y del espacio, donde las fronteras de ‘nombre’ y ‘forma’ son inexistentes. Gozo supremo le es dado al meditador que, logrando el silencio mental, rasga los velos de la ilusión y se lanza al encuentro del abismo ‘sin formas’ cuyo sustento es la Conciencia Pura No-dual, cuyo sostén es el Presente y su esencia es la Existencia sin límites y la Bienaventuranza Absoluta.
Ni el sacrificio, ni las mortificaciones físicas o mentales sirven de moneda de trueque para comprar la anhelada libertad interior. Tampoco la tenencia de poderes psíquicos (siddhis) acercan a la ‘maravillosa visión’. Los poderes psíquicos suelen emergen de manera espontánea con el transcurrir de meses o años de prácticas. Sin embargo, no existe una condición de relación entre ellos y una vivencia clara, real y coherente de la realidad No-dual.
Puede creer usted en cualquier modalidad de divinidad, pero mientras medita obvie recordarla, evite interpretar mentalmente su realidad. Impida que su mente quede atrapada en los dorados hilos de los pensamientos cuya raíz procede de la rememoración del pasado; inclusive de los pensamientos de naturaleza divina, pues no son más que una expresión dulce del amargo veneno de la mente, a través del ‘yo’, bebe en los variados e impermanentes estados duales de conciencia.
No busque apoyo mental alguno. Usted ya existe y, además, sabe que existe; eso es suficiente. Tiene lo necesario para el encuentro con la No-dualidad: posee el don de Ser y Saber; nada más requiere. Simplemente, fluya siendo Aquello que siempre ha Sido; no lo tiña de género, profesión, anhelo o caracterización alguna de cognición. Tan sólo fluya Siendo y Sabiendo que Existe, sin tener que interpretarlo, relacionarlo, inferirlo o compararlo con cualquier contenido evocado.

ESTADO DE SUEÑO Y
DE PENSAMIENTO

Tanto el estado de conciencia de Sueño como el de Pensamiento poseen en común que todos sus contenidos son realidades propias de la mente. En el Sueño, el universo de realidades allí configuradas son representaciones o modificaciones de imágenes previas ya experimentadas en la vigilia. Sin embargo, mientras en el estado de Pensamiento las imágenes que aparecen en la esfera de la conciencia individual tienen la capacidad de relacionarse unas con otras causalmente, las del Sueño no se relacionan por causalidad (karma).
No existe continuidad kármica en el sueño pues, de haberla, cada noche seríamos testigos de las consecuencias de experiencias oníricas de días anteriores. Los contenidos que emergen lo hacen sin ningún nivel de causalidad respecto al día o días anteriores, tal como las imágenes de un canal cualquiera de televisión no poseen causa en la imagen de otro canal. En el Sueño las imágenes simplemente aparecen y son reconocidas por un ‘Sujeto onírico’ con idéntica condición a aquello que conoce: no posee ningún nivel de continuidad noche tras noche.
Mientras cierra los ojos e intenta realizar la práctica meditativa, al abstraerse en el mundo interior que acontece, será torpedeado por miles de contenidos mentales cuya realidad no forma parte del Presente. Experimentará impotencia por evitar que ello ocurra. Cuando suceda esto (el incesante ir y venir de pensamientos de manera descontrolada), será testigo del cansancio psíquico que comúnmente catapulta al sueño.
Sin saber cómo, ingresará al sueño, dulce regazo de inconsciencia. Allí podrá ser poeta o guerrero, santo o extraviado. Infinitas opciones nacen a la luz del nuevo estado que envuelve toda la infinidad de imágenes proyectadas. Incluso, alguien ajeno a usted, en el mismo lugar donde ‘practica meditación’, reconocerá que duerme gracias a la absurda postura que su cuerpo adopta, por la rítmica respiración o por los resoplidos que inclusive despiertan a sus también dormidos vecinos.
Cuando no dé a lugar el Sueño, la conciencia vigílica se extenderá cobijando contenidos e imágenes evocados que aparecen por relación de causalidad al instante de la práctica. Así, entonces, podrá discurrir entre todas las experiencias que la memoria guarda, haciendo hincapié en aquellas que posean mayor hábito de rememoración. Notará, por ejemplo, cómo el calor de la habitación donde hace la práctica meditativa le recuerda la sensación de sofoco del verano en las últimas vacaciones.
Sentado firmemente y con la mente ausente de todo Presente podrá, sin elegir, ser Sujeto de un mundo real que aparece sin conexión alguna y carente de causalidad (estado de Sueño), o ser momentáneamente experimentador en las profundas y laberínticas aguas del océano de la memoria, cuyas corrientes están impulsadas por un estado primigenio de yoidad. ¿Qué prefiere: dormir o pensar?
Sin embargo, el panorama es susceptible aún de empeorar: los órganos de los sentidos sirven de puente con el mundo externo. En la Meditación interior, el practicante debe impedir que los sentidos se activen. Los sones externos pueden ser tan intensos que lo despierten del grato sueño, o incluso le hagan notar que estaba completamente distraído en algún lugar de la memoria bajo la creencia de que ‘meditaba’.
La continua conexión sensoria, los habituales pensamientos evocados involuntariamente y el viaje al sueño torpedean incesantemente la práctica meditativa que, con esfuerzo y esperanza, plantea el aspirante. La vivencia de cualquiera de los contenidos que forman parte de cada uno de estos dos estados de conciencia –Sueño y Pensamiento– son experiencias inválidas a la luz de la correcta práctica de la Meditación. La llave que abre la puerta a la realidad de los mundos permanentes y sin atributos no se encuentra en ningún contenido de los miles posibles a conocer en estos dos estados de conciencia. Luchar por conseguir algo allí se asemeja a intentar detener el viento con las manos.
La mente es un gigante al cual es imposible derrotar en sus predios. No trate jamás de derrotarla en cualquiera de los confines del pasado, no. Llévela a un lugar propicio donde naturalmente se haga insignificante: sitúela en el Presente. Allí es tan mansa y su fuerza tan insignificante como inexistente, tal como lo es un amenazante tigre de papel que acecha escondido en el bosque.
Toda interpretación mental siempre va acompañada de un ‘yo’. Los estados de conciencia de Sueño y Pensamiento existen exclusivamente en los terrenos de las realidades ‘que se sucedieron’. Solamente hay ‘yo’ asociado al pasado, a la historia. Pensar es la excusa mediante la cual prevalece el ‘yo’, pues gracias a ello la actividad kármica actúa ligando toda acción física o mental de manera causal con acciones físicas o mentales futuras.

ESTADO DE OBSERVACIÓN INTERIOR

Cuando se sitúe momentáneamente en el Presente podrá, sin lugar a dudas, diferenciarlo respecto a los dos estados anteriores, pues la Observación crea inmediatamente distanciamiento entre alguien que observa y un contenido mental observado. Mas no es una distancia pensada, no. El distanciamiento no es una situación pensada: ella está aconteciendo.
Sabrá que la práctica interior va por buen camino cuando, al situarse en el Presente, logre reconocer que, entre usted, como Exín, y cualquier contenido mental existe una brecha, una distancia más allá de la cual aparecen los pensamientos.

Con esta nueva actitud interior le será fácil reconocer que los pensamientos aparecen y desaparecen como nubes que transitan por el cielo. Sin embargo, podrá notar claramente que el Exín, testigo de la continua disociación y posterior aparición de pensamientos, es más estable, más firme, más inalterable que el mismo Sujeto del estado del Pensamiento.
No intente bajo ninguna circunstancia tratar de forzar que los pensamientos se deshagan; ello es un error cuya naturaleza proviene de la ignorancia de una verdadera práctica interior. Al contrario: evidencie cómo al situarse el Exín momentáneamente en el Presente los pensamientos atestiguados interiormente se diluyen como pompas de jabón.
No importa de qué pueda usted ser testigo en el mundo interior mientras lo que perciba se note a la distancia por quien observa. Los contenidos mentales son alentados a existir por la desatención del Sujeto al Presente. Basta que nuevamente el Exín adopte la actitud de presencia, de estar y permanecer ‘aquí y ahora’, para que cualquier contenido mental se diluya sin importar su naturaleza, se aun pensamiento o un sentimiento.
A medida que se haga diestro en la actitud de observar a distancia los contenidos mentales, podrá ser testigo de algo maravilloso: el espacio vacío que existe entre pensamientos, posterior a la disolución del pensamiento previo y antes de la aparición del siguiente. Sin embargo, no es la palabra vacío el término más exacto, pues aunque no se aprecian contenidos mentales plenamente diferenciados por ‘nombres’ y ‘forma’, permanece aún en el espacio entre pensamientos la homogeneidad de una masa amorfa, indiferenciada e ilimitada, plena de fuerza de vida, observada por un testigo pleno de Ser y de Saber.
Profundizar en el estado de Observación implica estar atento sin intentar interpretar mentalmente lo que acontece en la mente. Para ello, se debe aprender sobre la necesidad d e observar el mundo interior con la mente y no, por ejemplo, con el sentido físico de la vista. Ver con los ojos mientras están cerrados también induce oscuridad, pero procura una negritud falsa, pues la vista, junto con todos los demás órganos sensorios, debe ser desconectada.
Si el estado de Sueño no lo absorbe, permanecerá ‘dentro’ de la vorágine de pensamientos que sin parar fluyen uno tras otro en la pantalla de la conciencia. No se preocupe por ello. Simplemente, no interprete los contenidos mentales. Realice, por ejemplo, una de las posibles técnicas; a saber:

• Reconózcase como testigo de la cognición; encuéntrese, aprenda a localizarse en su mundo interior. De la misma manera que usted puede diferenciarse de las demás personas cuando las señala a la distancia, así, localice a la distancia los pensamientos que emergen. Ello hará que inmediatamente los pensamientos se diluyan, pues lo contenidos mentales permanecen si, y sólo si, alguien los alimenta. Alimentarlos es aunarse con ellos. Es un error convertirse en quien siente o en alguien que piensa.
• Espere la disolución del pensamiento que acontece, pues ningún pensamiento logra mayor permanencia en la pantalla de la conciencia. Al diluirse el contenido mental, espere sin esfuerzo psicológico alguno la aparición del siguiente. Podrá entonces notar que, entre pensamiento y pensamiento, hay un espacio de vacío vivo, silencioso, quieto y lleno de paz. La actitud de espera consciente diluye también cualquier conformación mental.
• Si le es fácil, permanezca con atención ni direccionada a ningún pensamiento, pues atender un contenido mental implica insuflarle vida. Estar Presente implica un acto de sorpresa interior, de novedad, de estar ‘aquí y ahora’. La actitud interior de atención no direccionada diluye, al igual que las anteriores técnicas descritas, cualquier contenido mental que opere momentáneamente.
• Procure estar Presente, esto es, copar la totalidad de su mundo interior con su propia naturaleza de existencia. No traslade, por asociación a un pensamiento, su acto de existir; intente reconocerse siendo, sin necesidad de relacionarse con cualquier pensamiento.
• Evite atribuir ‘nombre’ o ‘forma’ a cualquier contenido mental que emerja. ‘Nombre’ y ‘forma’ son los responsables de diferenciar al testigo de lo atestiguado, es decir, crean la sensación de dualidad que impera en lo manifiesto. Ante la aparición de cualquier contenido mental, manténgase impasible, no lo defina, no lo interprete atribuyéndole características de ‘nombre’ ni de ‘forma’; permanezca neutro y podrá confirmar que todo pensamiento se diluye. Los pensamientos existen en la medida en que se les otorguen atributos de diferenciación.
• Permanezca libre de esfuerzo volitivo, sin esperanza alguna de logro o meta. Sea observador impasible de su mundo interior sin intentar llegar a algún sitio. Esta actitud hace que el testigo de la cognición se Evidencie en mayor medida que los mismos pensamientos, razón por la cual estos últimos desaparecen.
• El Sadhana supremo radica en reconocer al perceptor final de la cognición. Cualquier testigo de la cognición, en cualquier estado de conciencia, es tan sólo un pensamiento, excepto aquel testigo que pueda ser únicamente atestiguado por Si mismo. Ello sólo ocurre cuando lo Conocido es Quien Conoce y quien Conoce es lo Conocido.

Cualquiera de estas prácticas, pues en el fondo son idénticas, sirve para impulsar la permanencia en el estado de Observación. Todo estudiante sincero notará, a lo largo de años de práctica, que la Observación y cualquiera de los demás estados de conciencia más profundos son posibles de alcanzar. Sin embargo, son difíciles de mantener. La dificultad no estriba en lograr momentáneamente cualquiera de los tres estados asociados al Presente, sino en mantenerse en ellos de forma estable. La permanencia ininterrumpida en los estados de conciencia asociados al Presente es fruto de años y años de práctica, excepto en aquellos maestros cuya mente nace educada a causa de los innumerables samskaras de autocontrol ejercitados en otras vidas.
Es importante recalcar que el estado de Observación se diferencia de cualquier otro estado gracias a que el Exín permanece como agente del mundo interior en forma independiente y a la distancia de cualquier contenido mental que aparezca. Lo que el Exín observa es aquello que no es él, pero no lo interpreta interjectivamente, no usa la memoria como elemento de referencia para conocerlo. Cuando el testigo de la cognición nuevamente referencia lo conocido, interpretándolo mentalmente vía memoria, entonces regresa al estado de conciencia de Pensamiento.
Intente permanecer relajado física y mentalmente. No tenga apuro por lograr una meta interior. Aprenda a distanciarse de los contenidos mentales sin crear tensión por ello. Una y otra vez que la mente se extravíe en los pensamientos, intente cualquiera de las técnicas que inducen distancia entre el observador y lo observado. Por ninguna razón invente un pensamiento en el que usted sea testigo a la distancia de los pensamientos, pues este pensamiento es erróneo. No invente estados mentales de alegría en donde existan visiones divinas, colores de cualquier tipo o brillos mágicos. Cualquier estado interior en el que no impere la naturaleza del testigo final, el Atman, como agente de la cognición, es incorrecto y, por lo tanto, la práctica no puede devenir posteriormente en un estado profundo No-dual.

ESTADO DE
CONCENTRACIÓN INTERIOR

El estado de Concentración puede aparecer como consecuencia de la estabilidad propia del estado de Observación, o irrumpir sin previo aviso. Basta permanecer continuamente sin interpretar mentalmente los potenciales contenidos mentales del estado de Observación para que emerja la Concentración.
En la Concentración profunda se anulará cualquier apreciación del mundo externo, pues los órganos de los sentidos habrán sido continuamente desconectados. La disolución sensoria comienza cuando la atención en la Observación se sitúa exclusivamente en la mente y no en los sentidos físicos. Es necesario estar atento a los pensamientos interiores, y no encadenar la mente ni su capacidad interpretativa a los sentidos físicos y al mundo externo.
El universo tiende a resumirse espontáneamente y de manera natural en la No-dualidad. Basta realizar la cognición sin esfuerzo psicológico y los contenidos se advierten como realmente son: No-duales. De igual forma, el Exín, identidad de la Observación, cuando se afianza en sí mismo y se advierte únicamente a sí mismo, se desdobla sin esfuerzo alguno y conforma espontáneamente una identidad No-dual de infinitos Sujetos y Objetos no-diferenciados. Ello se parece a lo acontecido en el sueño, donde la mente se convierte en infinitos Sujetos y Objetos de cognición que nacen sin esfuerzo alguno y de manera espontánea. El Exín se desdoble en infinitos contenidos mentales cuya característica esencial es ser no-diferenciados. Al llegar al estado más profundo de Observación es necesario que el Exín opte exclusivamente por reconocerse, como si intentara encontrarse en el inmenso campo donde se encuentra. Esta actitud de autorreconocimiento por parte del Exín abre las puertas a la maravillosa y única experiencia de la No-dualidad excluyente: la Concentración.
La Concentración puede aparecer segundos después de iniciado el ejercicio, pero en una mente no forjada en la práctica estable puede llegar a imposibilitarse la vida entera. Normalmente el estado se pierde en el mismo instante en que el Saksim intenta entender qué ocurre en su mundo interior. La extrañeza de experimentar y experimentarse, tal como ocurre en la Concentración, suele causar al Saksim la necesidad de querer entender lo que sucede. Es esta actitud lo que lo lanza fuera del estado.
Por ello, simplemente entréguese. Sí. De igual manera que es capaz de aceptar, por ejemplo, el hecho de ser hombre o mujer, alto o bajo, o como sin lucha ve pasar el tiempo sin hacer de él un contrincante, entréguese a la práctica interior sin esperar nada a cambio. Sea espectador silencioso de lo que allí acontece y note la magia que empieza a ocurrir: ¡De un momento a otro usted ya no está limitado por lo que usted no es! Ahora, la Conciencia conoce sin el sentido de pertenencia egoico: ¡el estado Sabe y Sabe que Sabe!
A cualquier lugar que dirija su vista interior, notará que allí también está el Saksim como testigo vivo y silencioso de lo conocido. A la vez, es Autoevidente-Evidente de manera simultánea y sin diferenciación. La Conciencia ocupa todo el campo de cognición; en cualquier parte del campo no hay distinción ni diferenciación. ¡Usted se encuentra en el mundo mágico de la Concentración! Ahora la sensación de yoidad no existe, pues no hay alguien que conozca un ‘algo’ y que crea que entre ambos exista diferencia. Es como flotar en un mar donde no hay ni arriba ni abajo; su profundidad es insondable. El símil más cercano es una gota de agua que, antes de caer al río, puede perfectamente diferenciarse del espacio donde no hay agua pero, al tocar la superficie, las fronteras de la gota se confunden unificándose. De la misma manera, la yoidad se sumerge en la Conciencia No-dual, y el acto de Conocimiento asociado al Saksim se hace uniforme en todo el campo de cognición.
¡Qué más maravilloso acto que el de atestiguar la propia ausencia de límites, reconocerse sin fronteras, ser momentáneamente infinito!
¡Pero cuidado! No intente definir lo que está pasando. Más bien, déjese fluir en ello hasta que el estado de Concentración tenga la consistencia suficiente y no se desmorone ante la cercanía de cualquier pensamiento. A esta altura, la práctica será como caminar en la cuerda floja: basta el más mínimo intento de localización, autorreconocimiento o deseo egoico, para que el estado se pierda, y con él, la inconmensurable quietud de la No-dualidad propia de la Concentración.
El estado de Observación es fácilmente reconocible porque el Exín existe y percibe el mundo interior a través de una brecha de distancia respecto a lo conocido. El estado de Concentración se reconoce por el acto cognitivo de Autoevidencia-Evidencia simultánea, total e indiferenciada entre lo conocido y quien conoce. Simultáneamente, conocerse y conocer de forma no-diferenciada es un acto sumamente extraño para la mayoría de los seres humanos, pero sin duda alguna es la única llave que abre las puertas a las preguntas fundamentales que los grandes pensadores se han hecho. ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? En el estado de Concentración estas preguntas son resueltas… es decir…, allí no hay una conformación egoica que pregunte, razón por la cual no hay necesidad de contestación.
Sosténgase en el filo de la navaja. Ello implica abstenerse de buscar autorreconocimiento. No intente fijar en la memoria lo que allí ocurre, tan sólo espere a que todo en su interior siga su propio curso. No haga nada, absolutamente nada, pues el más mínimo esfuerzo volitivo inducirá la aparición del Exín, el Sujeto o el ‘Sujeto onírico’

ESTADO DE MEDITACIÓN

Así como ingresar a la Concentración desde la Observación es una inmensa sorpresa, de igual forma, ingresar a la Meditación desde la Concentración es un acto único y maravilloso. En Concentración no hay ente independiente que conozca: es estado mismo conoce. El Saksim, testigo de la Concentración, ha de diluirse para dar paso a la Conciencia No-dual ilimitada, substrato del estado de Meditación. El universo que ahora se reconoce no tiene límites y ya no hay más elementos que incluir.
Ahora, la Existencia, la Conciencia y la Bienaventuranza Absolutas operan al unísono de manera no-diferenciada. La expansión de los límites del campo de cognición de la Concentración, y la ausencia total de los mismos en la Meditación, provocan la dilución total del instrumento mental: la mente adopta la forma de lo Absoluto.
Quien hace el tránsito desde la Concentración a la Meditación suele enfrentarse al hecho de ‘perecer psicológicamente’, situación ésta que genera en ocasiones temores instintivos casi incontrolables. La mayoría de las personas que logran ingresar en los terrenos de la Meditación suelen huir ante la aparición de fronteras ilimitadas, debido a que los sistemas físicos y psicológicos no están acostumbrados a reconocer al unísono la inmensidad de la No-dualidad. En practicantes sin experiencia el temor siembra de descontrol la práctica, induciendo en ocasiones una respiración incontrolada, creando taquicardia o cualquier otra representación psicológica de pánico que impide el acceso a los estratos no-diferenciados incluyentes propios de la Meditación. Las molestias físicas y psíquicas son promotoras de la huida del estado de Meditación y el posterior retorno a cualquiera de los subsiguientes cuatro estados posibles: Concentración, Observación, Pensamiento o Sueño.
Aquí, en este estado, no es posible controlar nada del mundo interior; el Atman conoce mientras se conoce. El orden universal que conocemos en forma diferenciada se desarticula para mostrarse tal cual es: Indiferenciado y No-dual.
“Y cuando esto sea logrado, piense que ya no hay ulterior logro y afírmese en ello, de modo que ni aún el más intenso dolor baste a conmoverle”, B.G., VI, 22. Entonces ha alcanzado la meta suprema, el estado final, la experiencia última: el Samadhi, la posición de Si mismo.
Es imposible, entonces, vislumbrar los innumerables universos que por doquier fluyen en la creación, sin que ninguno de ellos, ni aun en su más mínimo elemento, se note diferenciado de cualquier otra parte del cosmos.
Han cesado los cuatro limitante. No existe diferenciación de Frontera ante la continuidad de lo conocido; cesa la diferenciación Temporal en razón de lo conocido fluye en constante sentido de Presencia. Finaliza la diferenciación espacial, pues no existe un conocedor independiente ni fundido a algún otro contenido.
Por último, termina la diferenciación Interpretativa ante la evidencia de una mente inexistente: el velo de Maya ha sido rasgado. El universo se atestigua a sí mismo como no-diferenciado, sin causa, sin parte, ni como ‘nombre’ ni como ‘forma’ en parte alguna.