Existe una técnica que se realiza en introspección, basada en el seguimiento de la luz y el sonido. Su esencia es situar la mente en percepciones supuestamente más sutiles con el fin de controlarlas con la mente y llevarlas a sitios diferentes, incluso al mismo cuerpo, para producir los cambios estimados.
Aprovechando su naturaleza altamente sutil y lumínica, se busca mentalmente que la energía producida por el sol o por los chakras sea trasportada a los sitios donde se requiera, ya sea para curar una enfermedad o subsanar una falla geológica, entre otras cosas.
Quienes realizan este tipo de prácticas, de las que solamente dibujamos un leve bosquejo, las asumen como prácticas meditativas, en razón tal vez de la manipulación mental y los fines benéficos que puedan contener.
Se alega que este tipo de prácticas puede realizarse de muchas maneras y según las necesidades de cada persona, pero la meditación va más allá de cualquier necesidad mental, pues en su camino empírico induce la cesación de todo proceso cognitivo que tenga que ver con cualquier aspecto personalista. Es imposible hablar de meditación cuando en el proceso práctico se requiere de la intencionalidad mental. La meditación no sigue el camino que nosotros deseamos, así como la luna no brillaría más aunque deseáramos que lo hiciera.