Los problemas que se insinúan como déficit de atención en los niños no son más que déficit educativos a causa de la inoperancia y desconocimiento de los adultos. La atención realmente opera de forma similar a como lo hace la luz en el casco de un minero: cuando un minero excava aboca la atención a la zona que desea revisar y mantiene la luz dirigida en esa misma dirección; de igual manera, una atención dispuesta y permanente es capaz de conocer de manera fiel aquello que experimenta. Pero si el minero, acosado por la gripe, estornuda o tiene alguna alergia que le haga toser, experimentará una frenética actividad de sombras y rebordes en las paredes, que se harán notar como móviles a causa de la misma actividad de la luz que se agita sin orden alguno sobre el casco del minero enfermo.
La luz situada en el casco del minero jamás deja de estar encendida, al igual que la atención es siempre permanente, pero en razón al constante movimiento originado por los continuos estornudos la pared cobra movimiento, al igual que la fugaz atención asociada a un sistema nervioso sobreexcitado genera síntomas de disociación e incluso falta de conocimiento, a causa de la momentaneidad de la atención sobre el mundo que se conoce.
Así pues, y como conclusión, puede afirmarse que la atención estable asociada de forma sostenida a los eventos que acontecen ha de ser la base de cualquier educación consistente en el género humano; en esta línea, la atención estable en el presente procura, en última instancia, estados sublimes de percepción No-dual, mientras que la desatención hacia los “eventos que hacen parte del presente”, junto con la falta de claridad respecto a la naturaleza de la atención y de la conciencia, son caldo de cultivo para cualquier tipo de disociación cognitiva en niños y adultos.