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La interpretación de la acción

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El error del individuo yace en creer que es él quien actúa y en apegarse al resultado de la acción. Son estas dos características las causantes del dolor psíquico del individuo y de su ignorancia esencial, a semejanza de las almas de los difuntos que, al paso por el Leteo, mientras más agua beben de su cauce, más de lo divino y de sí mismos olvidan.

La solución al dilema de la acción no está en encontrar el acto que por sí mismo revele la felicidad. Este acto perfecto no ha existido, no existe ni existirá.

La acción por sí misma no es el detonante de la libertad. Toda acción está enraizada en la interpretación que de ella se tiene. Así entonces, la interpretación de la acción es asombrosamente relativa. Identificarse con la acción la dota de importancia para el actor y relaciona a este con el resultado de la acción.

La base ética de la acción, desde el Advaita, estriba en que pueda ser ejecutada sin que exista una relación posterior de causalidad entre actor y acción. Todo esfuerzo está encaminado a la disolución egoica mientras se realiza la acción, por lo tanto, cualquier acción puede realizarse sin el apremiante sentido de reconocerse su poseedor y sin buscar fruto alguno en su resultado.