¿Qué certeza permanece firme ante el impulso de la muerte que arremete? Toda certeza que persista en los difíciles momentos del tránsito final son aquellas que generalmente dignifican el alma y sirven de solaz en el futuro. La existencia no termina con la muerte. El conjunto de inacabadas tendencias mentales y físicas acaba por forzar, en otro lugar y tiempo, la continuidad de dichos condicionamientos. Aquello que nuevamente recurre a la vida y hace que se tome un nuevo cuerpo está impulsado por la serie de certezas que existan como prioridad en nuestra mente.
Toda certeza es capaz de construirse en un instante. No se requiere de floridos discursos para afianzar la comprensión de algo válido. Por ello, cualquier instante de la vida es suficiente para provocar un cambio rotundo en la manera de ser y pensar. La muerte es la última oportunidad de cambio que la naturaleza nos otorga. Valorar dicho instante ha de convertirse en algo crucial para quien parte y quien se queda.
Hay una certeza que, sobre todas las demás, es capaz de deshacer cualquier temor infundado. Hay una certeza que imprime en el alma de quien la posee una fuerza de existir que atraviesa intacta la muerte. Dicha certeza es la comprensión de saber qué es lo Real.
Cuando lo Real pasa de ser un melodioso discurso a una comprensión completa que impregna cada acto de la vida, entonces vida y muerte serán un juego digno de experimentarse, pero no pasarán a ser más que eso: un bello juego, una hermosa ilusión.