Desde la excepcional perspectiva del samadhi, el universo cobra una nueva y mágica condición: la de ser visto de forma simultánea. Se hace posible experimentar conscientemente lo que ocurre en todo lugar, por apartado y lejano que esté, y también lo que ocurre en todo tiempo, por remoto que sea. Puede detectarse la aparición de universos que aún no existen y otros que ya previamente cesaron. Es asombroso cómo puede caber el infinito en la Conciencia o cómo la Conciencia contiene al infinito; cómo todo evento puede ser vivenciado conscientemente de manera simultánea hasta acceder a una comprensión profunda y total de Ser y Existir. Desafortunadamente, dicha experiencia es inenarrable e intransmisible, no existe lenguaje humano posible para poder acercase siquiera a dicha inconmensurabilidad.
Podremos acercarnos a la comprensión de lo Real si nos fundamentamos en el modo en el que definimos la Conciencia desde el Advaita. Sin embargo, si la Conciencia la definimos como un saber inteligente que opera en el ser humano y que eventualmente se expande al infinito, entonces nos abocaremos a contradicciones completamente irreconciliables, pues hablaríamos de que lo delimitado se convierte en infinitud, generándose las típicas controversias sobre si lo primero fue la infinitud o la delimitación. Nos deslizaríamos así a todas las ambivalencias en las que cae la filosofía al tratar de explicar el porqué de las cosas y la razón de ser de su esencia.
La clave radica, entonces, en cómo definimos la Conciencia. Será en función de dicho planteamiento como empezaremos a interpretar el mundo y a nosotros mismos. Está claro que hoy en día, sobre todo en Occidente, se ha afianzado la premisa de que la conciencia es un producto de la mente individual, que se expresa de forma más o menos inteligente o brillante, o incluso que hace parte de la operatividad fisicoquímica del cerebro. Es curioso que este planteamiento esté en franca contradicción con la ancestral visión que se evoca del samadhi en la tradición Advaita. El concepto limitado de “mi” conciencia riñe con la condición de lo infinito que reporta la experiencia final y definitiva del samadhi.