La disciplina es el medio de aprendizaje de quien no comprende. Cuando una acción se realiza por disciplina no produce alegría, pero cuando experimentamos la acción basados en la comprensión, no solo la acción se realiza sino que la acompañan la satisfacción y la alegría.
Practica a modo de investigación, como quien viaja a nuevas tierras y no conoce las novedades que encierran dichos lugares. La complejidad de la mente favorece la aparición de un universo de posibilidades. Ser testigo de los innumerables detalles y de la perfección con la que se diseñó el mundo interior es fuente de interés para investigar en nuestra interioridad.
En los primeros momentos, cuando recién inicies una práctica que desconoces casi en su totalidad, deberás confiar en tu propio esfuerzo. Las comprensiones aparecerán lentamente sin poder crear el sentido de redondez que requiere el desarrollo unificado de una filosofía que avala la meditación. Serán entonces la confianza en las enseñanzas y tu disciplina los lazarillos que evitarán que te pierdas o te canses. Pero, pasado el tiempo de conocerte, deberás notar que necesariamente tu práctica debe estar avalada claramente por una teoría que la explica. De no ser así, algo pasa. Tienes a tu alcance la atención y con ella las comprensiones que depara tu práctica. Ello debe ser suficiente para darle sentido a tu práctica meditativa. De no ser así, revisa lo que haces, atiende a cada detalle de tu mente y pregunta las desavenencias que detectas a un instructor con la experiencia suficiente para aclararte. Sigue siempre el camino del saber, lo reconocerás porque cuando realmente sabes, brilla en ello la alegría.