La teoría de las gunas ofrece el fundamento de una nueva educación. Todo sistema de enseñanza ha de buscar exclusivamente la transformación de los hábitos rajásicos y tamásicos en hábitos sátvicos. En las antípodas de la visión “practicista” o “productivista” de la educación que predomina en Occidente, se establecieron en Oriente diversas prácticas o disciplinas, sadhanas que, aprovechando el conocimiento de la constitución de la mente, abocan al refuerzo de prácticas sátvicas con el fin de que el individuo alcance mayores niveles de estabilidad interior. Si podemos, por ejemplo, reestructurar físicamente un cuerpo a través de una reeducación postural, o rehabituarlo energéticamente para que aproveche mejor el oxígeno, las proteínas o los oligoelementos, también podemos reeducar la mente induciendo una mayor presencia de satva, de estabilidad y equilibrio mentales.
Los hábitos sátvicos tienen la ventaja de que, precisamente porque implican una presencia menos intensa, menos caótica del “yo”, procuran tendencias y actitudes altamente beneficiosas para la estabilidad de cualquier tipo de colectivo; tan solo por eso siempre se ha procurado su cultivo. Pero hay otra ventaja inmensa relacionada con los samskaras sátvicos, y es que hacen propender con mayor facilidad al acto de la comprensión. El umbral que existe en una mente sátvica para acceder a comprensiones de qué es lo Real, es mucho menor que el que se da en un ignorante que no puede entenderse a sí mismo ni salir de su confusión mental. Conviene aclarar aquí que no se trata de que los hábitos correctos lleven a la comprensión, como tampoco una actitud bondadosa en un proceso onírico hace al soñador pasar necesariamente a la vigilia. La disciplina no es esencialmente liberadora, porque la liberación no la produce el “yo”, por muy virtuoso o ético que sea.