La Conciencia interpenetra no solamente a la mente como lo hace la luz a los ojos o el sonido al oído, sino que además es la esencia de la comprensión. La comprensión como ente, como sustancia, posee a la luz del Advaita una connotación No-dual, es decir, es objeto de conocimiento de ella misma (inindagable) y además conoce por sí misma (autoluminosa). La comprensión es un acto unificado que no determina división de lo conocido ni de sus partes.
La sustancia que conforma la Conciencia no es detectable a los ojos de una percepción diferenciada del tipo “conocedor-conocido”, pero es detectable como razón de ser de todas las cosas y causa eficiente y formal del universo cuando la cognición se establece en los profundos estados de la Meditación (dhyana). Allí, en la Meditación, el flujo ininterrumpido de Conciencia se experimenta a sí mismo como conocedor, y a su vez son conocidos cada uno de los contenidos que pueblan el universo entero. La comprensión que deviene de reconocer que la Conciencia es fuente del “saber” y del “ser” de todo lo existente, resplandece con la profunda exaltación que solo logra el brillo de la belleza y la bienaventuranza.
Mientras que en la cognición diferenciada (base de los procesos dialécticos), la conciencia no pasa de ser una abstracta pero bella idea que tiene la capacidad de englobar la información y dar razón de su existencia, en los lejanos terrenos de la No-dualidad la Conciencia resplandece en forma de sustancia que conforma el universo y se convierte simultáneamente en el universo conocido y en su conocedor.
La comprensión es otorgada por el brillo del saber y es un acto libre de todo; depende únicamente de sí misma, no posee cadena alguna y su único fin es la razón de ser de lo conocido.