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La concentración interior

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En el estado de concentración interior, la vacuidad interior, el rotundo y firme silencio que impera en la mente, lleva sin duda a una experiencia que, de puro maravillosa, es muy poco frecuente en el ser humano.

Llegado el punto necesario, el testigo del vacío empieza a cobrar preeminencia sobre el vacío detectado. La oscuridad o la paz o el vacío interior empiezan a ser irrelevantes ante la fuerza de la atención que espontáneamente se dirige al testigo mismo que atiende.

Este proceso, donde la atención gira sobre sí misma y advierte al sujeto erradicando de tajo el vacío de pensamientos, se produce de manera espontánea. La madurez de la Observación Interior lleva a la consumación del nuevo estado de conciencia. La atención gira sobre sí misma y advierte la existencia del testigo mismo. El testigo ahora se atestigua, es a la vez sujeto y objeto de conocimiento. La dualidad que imperaba en el estado de observación interior se transforma para dar paso a la simultaneidad objeto-sujeto.

La nueva base de percepción del testigo es él mismo. El conocedor es no-diferente de lo conocido. Ello lleva a una nueva forma de cognición que desde antaño los sabios orientales han descrito como la No-dualidad.