Existe una constante búsqueda por darle sentido a la vida. O sea, el impulso de la vida por sí mismo no es suficiente sin el aliciente de felicidad que deseas encontrar afanosamente en los actos que realizas. La vida por sí misma no se plantea sin asociarla a algún contenido, y ¿cuál de los supuestos contenidos provee el ansia de sentirse vivo? ¿Alguno de ellos es estable y continuo? ¿Existe algún contenido empírico o cognoscitivo que se mantenga en marco temporo-espacial sin variación y logre permanecer en el tiempo, sin importar el lugar donde te encuentres? Pues ¿qué felicidad es realmente tal si no permanece?
La variabilidad de los actos experimentados y por experimentar es dependiente de ti, por lo cual depende de tu estado interior y varía según él. Por lo tanto, no existe un estado valorativo estable en tu propia experiencia personal con el cual puedas tener una referencia estable de la acción. No logras ni aún con el saber personal interpretar el mundo y la experiencia de una forma siempre similar.
Así planteado, no hay salida para encontrar una única moral universal. Esta conclusión echa por tierra cualquier opinión sobre qué debes hacer con tu vida. La opción más frecuente es llevar una vida que asuma la posición de un tercero. Pero has de saber que cualquier tercero que tenga ascendencia sobre ti sufre finalmente de lo mismo: actúa bajo los auspicios de alguien más a quien igualmente le otorga su control, o bajo los de una fe que categoriza la interpretación que tiene del mundo y sus creencias.