La atención sobre cualquiera de los acontecimientos del presente debe ser continua. El presente se reconoce fácilmente, pues surge sin que la mente lo cree. Hay culturas y tradiciones que hablan de acechar el mundo. Esto es cierto, la actitud mental debe ser la de estar dispuesto a atender todas las cosas que ocurren. En esto los niños nos superan. El margen de atención sin esfuerzo de un infante es mucho mayor que la de un adulto. Un niño puede permanecer horas en una única actividad en la que haya un interés básico, mientras que un adulto se cansa fácilmente y su mente huye continuamente a la conformación de sus propios anhelos, gustos o temores.
La atención sobre los objetos debe realizarse sin esfuerzo, sin excesiva tensión. La forma adecuada, como se ha dicho, es aquella similar a como enfrentas una acción cuando eres diestro en ella. Si, por ejemplo, eres diestro en tocar un instrumento musical, tu acercamiento a dicha actividad es completamente natural, sin tensión alguna. Caso diferente es alguien que recién inicia su aprendizaje. Los mil pensamientos de un alumno poco diestro, debido a la inseguridad de su técnica, le llevan a convertir la interpretación del instrumento en un suceso donde la mente interpone sus propias inseguridades, necesidades y anhelos, impidiendo así fluir con el instrumento.