La apreciación del tiempo en la percepción dual y en la No-dual

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Hay varios tipos de tiempo: el tiempo termodinámico (que va en dirección de la entropía), el tiempo epistémico (que regula la secuencialidad objeto-sujeto), el psicológico (que determina el sentido mental del tiempo), etcétera.
El tiempo es un amplio campo en donde sujeto y objeto están inmiscuidos y del cual hacen parte. Tiempo y espacio son el trasfondo sobre el que se recrea el universo. En el mundo de la dualidad todo lo existente necesariamente posee un componente espacio-temporal.
Todos los eventos asociados a sujeto y objeto son afectados por el tiempo; tiempo y espacio son componentes independientes de la propia sustancia que compone las cosas. Gracias a ellos nos permite entonces crear modelos a partir de los cuales podemos situar, relacionar y referenciar cualquier evento o grupos de eventos.
El modelo más eficiente y universal que existe respecto a esto es el de Einstein a través de su teoría Especial y General de la Relatividad. El océano de tiempo y espacio nos permite referenciar los eventos, objetos que existen en él y encontrar leyes a partir de las cuales podamos advertir y predecir su movimiento.
Desde la dualidad todo se ve necesariamente enmarcado e inmerso en tiempo y espacio como un mar en donde nadan los eventos. El “tiempo matemático” no es afectado por sentido de pasado y futuro, pero el “tiempo
psicológico” sí. Recreamos en nuestra mente una inmensa diferencia respecto al tiempo y lo consideramos en tres etapas: pasado, presente y futuro. Jamás se plantea la posible simultaneidad de éstas tres opciones; se asume por axioma que son diferentes y el sentido de evolución es la expresión más práctica de dicha afirmación.
Todo ser humano está enfrascado en recordar su pasado, notar un vislumbre momentáneo de presente y luego contentarse con las inexistentes mieles del futuro. Tanto el miedo, la duda o la esperanza, junto con la mayoría de las actividades mentales de cualquier individuo son el resultado del carrusel secuencial en el que el tiempo se presenta.
Desde la percepción No-dual tiempo y espacio cobran una condición diferente. En el ámbito No-dual el tiempo no es un evento aislado del perceptor ni de lo percibido; es decir, el tiempo se experimenta como una condición simultánea al evento observador-observado.
Esta condición de simultaneidad entre perceptor-percibido llega incluso a condiciones inimaginables, a circunstancias en donde es posible percibir un objeto y detectar simultáneamente su pasado y su futuro, pues no hay ruptura secuencial espacial ni temporal en aquello que está procesando la cognición.
Quien conoce no se fractura en sentido de pasado, presente o futuro, pues la simultaneidad de los eventos y la información de cualquier evento está implícita en el hecho mismo de conocer en un momento cualquiera.
Entonces tiempo y espacio no se fracturan; son un continuo de lo que ha sido, es y será. El continuo situado más allá de lugar o tiempo presente se experimenta a la luz de la No-dualidad, asociado a la simultaneidad del evento objeto-sujeto.
De esta manera, la percepción del mundo varía, pues al procesar la información mental a la vez que se realiza una pregunta, es posible simultáneamente introducir una respuesta a ella. De esta manera el sentido de comienzo y final de las cosas, que se confirma diferente en los mundos secuenciales de la dualidad, no lo es en los mundos No-duales. En la experiencia No-dual preguntas como: ¿De dónde venimos?, ¿Hacia dónde vamos?, ¿Qué somos?, son tan innecesarias como intrascendentes. Quien conoce no plantea una inquietud que jamás existe.
La ausencia de miedo, duda, expectativas y futuro se hacen trizas ante lo evidente de un instante que se extiende hacia al infinito.