Realizar la acción y sentirse propietario de ella provoca en la mente una escisión cognitiva denominada dualidad. Sentirse hacedor de la acción crea la dualidad sujeto-objeto. El sentido de individualidad que el “yo” genera induce como resultado la diversificación del mundo entre conocedor y conocido. Mientras haya un “yo” existe el complemento de la cognición: el mundo. Asumir que los eventos del universo existen por sí mismos e independientes de quien los conoce se denomina en filosofía “realismo”. El realismo cientifista es uno de los axiomas en los que se basa nuestro pensamiento occidental. Para la ciencia, los objetos evolucionan en tiempo y espacio, y son esencialmente diferentes unos de otros, pues quien los conoce se experimenta, a su vez, diferente de ellos.
La ruptura del paradigma dual es la base de la existencia de nuevos estados de conciencia. La vivencia continua del presente lleva al colapso de la individualidad y al surgimiento de nuevas leyes cognitivas donde opera la no-dualidad como una novedosa y extraordinaria forma de conocer el mundo: los eventos siguen existiendo pero quien los conoce no se diferencia de ellos al conocerlos.
La apreciación de la realidad se basa en la atención, es decir, el acto dinámico de la conciencia individual. En los momentos donde hay presente puro se revelan los instantes mismos del aprendizaje, de la sorpresa o del asombro y la novedad. En esos específicos momentos la cognición está libre de sujeto; no hay apreciación de “yo”. El “yo” no está siempre en la cognición. El “yo” hace parte integral de la cognición cuando hay sentido de fruto o sentido de pertenencia de la acción pero en los instantes de presente no hay un sujeto independiente que se experimente como conocedor. La comprensión en la cognición acontece gracias a la fuerza misma de la conciencia.