Gran parte de la anarquía social deviene de la imposibilidad de cumplimiento de las metas que la misma sociedad y religión infunden. Desde que naces te están induciendo a cumplir con el propósito que tu medio social y religioso promulgan. Sin embargo, ¿quién determina que las metas erigidas como válidas lo son? Basta que tu descontento se haga evidente para ser tachado de “peligroso”. Son estos “peligrosos” quienes, en contravía de la ciencia, el arte y la religión, han impulsado la mayoría de los cambios más notables en nuestra cultura.
Eres libre de obedecer ciegamente o por fe las razones de terceros. Ello hace parte del orbe de identificación con el que puedes realizar la acción. Basta con saber que vale más la vida que su ausencia o, como decía Jesús, basta “tratar a los demás como queráis ser tratados”. Estas pequeñas perlas de sabiduría van más allá que cualquier dogma y ritual.
La anarquía ya reside en la mente cuando no hay el suficiente control para reconocernos a nosotros mismos como esencia No-dual. No te pido que cambies; tan sólo te pido que atiendas a cada acción como si fuera la última antes de morir. La atención posada en el presente es el medio más liberador. La anarquía realmente nace de la actividad egoica, de la creencia de realidad que se la otorga y de la identificación incesante que promueve tu dualidad mental mientras realizas la acción.