Existe una manera de encarar la acción sin encadenarse necesariamente a la consecuencia del acto que se realiza. Quien se encadena con la consecuencia del acto realizado es el “yo”, razón por la cual el resultado final del encadenamiento busca como fin último la permanencia, el sentido de continuidad del “yo”. Al encadenamiento del “yo” mediante la acción le denominamos karma; a la permanencia del “yo” en los potenciales futuros donde la consecuencia vive la denominamos samsara.
A su vez, a la capacidad de realizar la acción sin crear encadenamiento con el resultado y, por ende, impidiendo la aparición del “yo”, la denominamos dharma o “recta acción”. La acción en sí misma no es importante, pues por sí misma no desencadena la comprensión del Ser. La acción es un medio, no un fin. Realizada la acción con destreza logra poner en evidencia un medio de libertad interior. Ese medio es el que buscamos en definitiva: el no-encadenamiento de la acción que lleva a la no-percepción del “yo”.