La acción lleva en sí misma el impulso de lo No-dual, de lo real, que en esencia es su causa eficiente. Es aquí en donde la acción cobra vital importancia, pues realizándola diestramente es capaz de permitir al actor convertirse en parte del entramado mismo de la realidad absoluta. En verdad la acción, y mejor aún, la “recta acción”, es un camino adecuado que conduce al sendero del eterno. Para ello basta realizarla sin buscar su resultado y evitar cualquier sensación de egoísmo mientras se la realiza. El mundo percibido desde esta continua modalidad de acción transciende los rudimentarios esquemas duales con los que habitualmente suele ser vivido.
La acción es por sí misma liberadora, más allá del lugar geográfico donde se realice. Muchas tradiciones avalan el aislamiento y la soledad para fundamentar la búsqueda interior en la propia auto-reflexión. Sin embargo, la soledad y el aislamiento no son la única manera de ofrecer un ambiente de auto-descubrimiento. La acción ejecutada de manera diestra, asociada a una actitud correcta, convierte al actor en un ente dinámico carente del sentido del “yo”. Realizar la acción sin apreciarse como actor y, aún así, reaccionar dinámicamente ante un presente que se desenvuelve de forma espontánea es la razón de ser de la recta acción.