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Karma

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El encadenamiento entre causa y efecto, respecto a cualquier acción realizada física o mentalmente por un sujeto cualquiera, fue denominado por la tradición oriental como karma. Por ejemplo, trabajar con vista en la obtención futura de un resultado mantiene la presencia yoica del actor en el momento en que realiza la acción y, a su vez, mantiene la presencia del mismo actor en el potencial futuro donde se desencadene el virtual resultado. Cuando se habla de encadenamiento nos referimos tanto a la permanencia del sentido del “yo” en la acción como a su presencia en el resultado futuro. Por lo tanto, realizar una acción basado en mi bienestar futuro crea sentido de continuidad entre quien ejecuta la acción y la acción futura que busca mi bienestar. En ambas el sentido de “yo” perdura, se palpa idéntico. Por esta razón, realizar la acción creando encadenamiento egoico entre causa y efecto, es decir, mantener el sentido egoico entre la acción y el resultado, produce karma.

Normalmente el ser humano vive encadenándose a través de sus actos, pues convierte la acción en trampolín al futuro donde seguirá existiendo él mismo como individuo. La inadecuada educación lleva a que constantemente nos proyectemos mediante las acciones que realizamos. De esa manera, vivimos bajo el anhelo de lo que aún no hemos experimentado. Sueños, anhelos, deseos, se convierten en la fuente de la acción personal. Se vive para el incierto futuro que todavía no existe. Proceder de esta manera lleva a la indeseable continuidad de la presencia egoica. Por ello suele decirse que el ser humano está encarcelado por su karma. Mientras la acción esté impregnada de sentido de apropiación, de ser el actor, y busquemos adicionalmente el resultado, el fruto de la acción, la acción presupondrá la existencia de karma. Mientras haya karma hay “yo”, mientras haya “yo” hay dualidad, y mientras exista dualidad permanece la ignorancia de la real naturaleza humana.