Puedes realizar este ejercicio de diferentes formas: una bien simple es buscar un lugar con cierta quietud sensoria y permanecer con los ojos cerrados. Debes entonces colocar en tu boca un caramelo que sea fuerte de gusto, tal como los de regaliz o eucalipto, y dejar que se disuelva mientras mantienes la atención continuamente en la boca, en el sabor que aparece. Cada vez que la atención discurra en la fantasía o en la imaginación es necesario regresar nuevamente al sentido gustativo y proyectar en él continuamente la atención.
Otra forma de realizarlo es aprovechar la comida que realizamos a diario. En este caso basta cerrar los ojos y atender plenamente al sabor. Debes evitar la injerencia de otros factores sensoriales (TV, radio, música, etc.) y colocar toda la atención en los sabores que te ofrece la comida. Deberás percibir los gustos sin interpretarlos ni compararlos con otros. Basta ser consciente de la intensa variedad de sabores y del placer que de ellos se obtiene. No uses la información gustativa para armar historias ni para compararlas con otras, simplemente experimenta el sencillo placer de saborear.