Para realizar este juego es conveniente que estés acompañado de alguien más que te apoye e impida que tengas un accidente. Busca un camino de tierra de 1 ó 2 metros de ancho, o bien un campo de fútbol o un simple prado.
Quien te asista solo deberá acompañarte a cierta distancia, procurando no hacer ruido con los pies para no darte señales ni pistas de tu localización, ni generarte expectativas sobre a qué lugar trasladarte.
Debes vendarte los ojos. Buscamos estés atento, proyectando y depositando tu atención en el tacto, específicamente en tus pies, mientras caminas sobre el suelo.
Una vez vendados los ojos, empieza a caminar en dirección del sendero sin correr ni tampoco ir excesivamente lento. Mantén la atención plenamente situada en los pies. Atiende cada paso que hagas sin permitir que la fantasía o el temor a hacerte daño se apoderen de tu mente.
Si haces la práctica correctamente llegará un momento que «caminarás sin quien camine», es decir, podrás fluir. Te trasladarás sin intención ni necesidad de pensar en ello; si te distraes o aparecen miedos, advertirás que pierdes todo contacto con el camino y acabarás perdido y sin localización debido a la intensa actividad caótica que se origina en la mente.
La función del acompañante es únicamente evitar que te hagas daño, ya sea alejándote del camino o chocando con una piedra o un arbusto. Sin embargo, el acompañante no debe ser intervencionista, debe respetar tu propia confusión y tu capacidad de regresar tu atención a los pies y buscar de nuevo el camino. Siempre que no haya peligro, debe dejar que sigas el sendero, incluso si te metes en pequeños líos.
Este juego permite conocer diversos aspectos sobre cómo funciona nuestra mente, cómo reaccionamos en nuestro cotidiano vivir, qué estrategias utilizamos cuando tenemos problemas, etc.
Estaría bien realizar el juego durante 1 ó 2 Km., para así dar tiempo a tu sistema a que se acostumbre a caminar con los ojos vendados.