Este ejercicio lo puedes realizar en cualquier momento y en cualquier situación. Su objetivo es utilizar el campo visual para detallar las características de los objetos (forma o color), y pasar de uno a otro impidiendo que la mente formule un pensamiento asociativo con aquello que vemos.
La idea es que no intentes definir tu experiencia visual, sino más bien adviertas su existencia. Así, puedes hacerlo con un paisaje, pasando de un árbol a otro y de este a la vera del campo; puedes pasar luego a una piedra y de esta a un arbusto, para seguir posteriormente con otro árbol; así entre 15 y 45 minutos.
Igualmente puedes hacerlo mientras viajas en el metro o en autobús, observando una cara y yendo de una a otra de las personas que hacen contigo el trayecto, o bien pasando de los ojos de alguien a su nariz y de esta a las manos, para seguir con la camisa y a continuación con el cabello; puedes pasar de una parte del pelo a otra e ir cambiando paso a paso el campo visual que atiendes.
Puedes hacerlo sentado en un banco en la ciudad, mientras miras personas o coches, o cualquier evento que se produzca en el instante en que practicas. Lo importante es que cambies de campo lo suficientemente deprisa como para que la mente no tenga tiempo de darle «nombre» a aquello que observas, ni tampoco tan rápido que te marees. Basta con impedir que tu mente asocie la característica visual con el «nombre» que alojas en tu memoria.
El objeto del juego es forzar a la mente a estar en los objetos que percibimos, evitando el proceso de comparación dialéctico que tan acostumbrados estamos a realizar a todo momento, incluso cuando no se requiere, impidiendo así la aparición del proceso de percepción contemplativa.