La práctica meditativa se convierte en el eslabón que relaciona los mundos de la dualidad y la no-dualidad. La práctica meditativa permite la experiencia plena de la no-dualidad, y junto con ella el reconocimiento consciente de un universo absoluto. La meditación no anula el universo, simplemente lo descubre a la luz de una consciencia carente de sujeto. Es el mismo universo quien se conoce a sí mismo en toda su extensión de tiempo y espacio.
En los profundos estados meditativos el universo no desaparece. El universo es, seguirá siendo lo que es y lo que ha sido siempre: el universo; lo que desaparece es un sesgo de diferenciación entre sus constituyentes gracias a la extinción del “yo” en la cognición. Extinto el “yo”, la conciencia asume por sí misma el rol de conocer; así, su fuerza de saber interpenetra todo lo existente permitiendo una visión simultánea y ubicua de la realidad.
La práctica de la meditación puede ejercitarse mediante dos vías: la de la acción y la del discernimiento. En la vía de la acción se usa como sostén de la atención el mundo externo y los diversos objetos que lo componen; también se denomina la vía del karma yoga. En la vía del discernimiento, la atención ha de posarse en la atención misma interior, y no ha de entremezclarse con los objetos mentales que allí anidan; también se la conoce como la vía del gnana yoga.
Con el fin de realizar una presentación más sencilla de la práctica meditativa, definiremos las vías del karma yoga y del gnana yoga con el nombre de prácticas “externa” e “interna”, respectivamente. La práctica externa tiene que ver con el mundo externo, mientras que la práctica interna se relaciona con el mundo interno.