La habitualidad mental es la esencia de la actividad propia de la mente. Al igual que el disco duro de un ordenador, su función esencial es fijar información y evitar que sea olvidada. La actividad egoica se manifiesta esencialmente a través de la capacidad de poder recordarse a sí mismo. Los hábitos mentales son la esencia de la constitución del yo, son los lazos a través de los cuales se puede comparar, reconocer y evocar en el pasado y proyectarse hacia el futuro. La base de la esencia de la condición mental y de sus hábitos es la fijación de memoria asociada a la capacidad de apropiación egoica.
Cualquier tendencia es la manifestación de los pensamientos (vrittis) más recurrentes que existen en la cotidianidad de la mente. Aquellos hábitos más firmes y arraigados producen un tipo de reacción cotidiana que genera una conducta específica. Dicha conducta eventualmente lleva a una tendencia, es decir; a una reacción dirigida en una dirección previamente determinada. Las tendencias son la manifestación de los hábitos más firmes y frecuentes.
Como práctica interior que te lleve a la experiencia de la No-dualidad ningún hábito mental o tendencia mental tiene valor, pues todo pensamiento dialéctico necesariamente incluye sentido de apropiación egoica.
La No-dualidad nunca se ha sostenido ni se sostiene a través de un precepto mental. Razón por la cual la única opción que tenemos para experimentar la No-dualidad es ir más allá de toda apreciación dialéctica egoica.
Los hábitos mentales llevan a los condicionamientos morales o culturales. La No-dualidad es una expresión superior a cualquier raciocinio o sentimiento. La moral, como prototipo de direccionamiento mental es tan solo una simple tendencia cultural que, acompañada de la ignorancia religiosa, induce control e infunde temor y culpa.