De forma análoga a como ocurre con todos los elementos que configuran el universo en sus diversos planos, también en la mente se da la presencia de las tendencias básicas constituyentes: tamas (inercia), rajas (actividad) y satva (equilibrio). Así, y desde la perspectiva del Advaita, pueden darse primordialmente tres tipologías básicas como origen de la infinita gama de mezclas:
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Mente tamásica. Es la mente en la que prepondera la pereza, la inercia. Es la mente que pasa fácilmente a la pereza y al sueño. Un individuo con una mente tamásica tiende a eludir las decisiones, a diferirlas o simplemente a evitarlas. Un individuo así propende a instalarse en la espera, pero no la espera consciente asociada a un presente que la solicita, sino la espera entendida como omisión o como huida en forma de aislamiento. Una mente así es incapaz de generar una sana disciplina en el esfuerzo o en el sostenimiento de un propósito o de un objetivo.
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Mente rajásica. Es aquella en la que se da una representación de actividad en forma de presencia contundente de un “yo” en todo momento: yo pienso, yo siento, yo hago, yo quiero… Es una mente agitada, caótica, que no para de sentirse dueña y propietaria de la cognición.
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Mente sátvica. Es una mente equilibrada, una mente dada a la reflexión, a las virtudes, dada al desarrollo de cualidades humanistas. Es una mente proclive a la contemplación de la realidad desde una perspectiva presencial en la que se generan continuas y profundas comprensiones.
Se trataría, entonces, de apaciguar las tendencias tanto tamásicas como rajásicas para madurar la mente estabilizándola de forma sátvica, y para eso nada mejor que adiestrarse en el manejo de la atención presencial asociada al aquí y al ahora.