Desde nuestra perspectiva occidental estamos acostumbrados a dicotomizar con absoluta claridad los diferentes campos del saber y las realidades asociadas a cada uno de esos campos. En la filosofía, el concepto de la “idea” cobra una importancia relevante, mientras que en la física la idea de “energía” se convierte en el baluarte de su descripción. Escindimos y categorizamos cada concepto, cada evento, y asumimos que así son. Desde nuestra óptica occidental cada realidad hace parte de un universo exclusivo y excluyente. Para la mentalidad oriental esto no es así.
Para explicar la forma de ver el mundo desde una visión oriental vayamos al ejemplo del sueño. Mientras dormimos somos espectadores de innumerables eventos que sorprenden por su diferencia. En sueños pasamos de degustar una agradable comida a ser espectadores de un maravilloso amanecer que, por su belleza de colorido, conturba grácilmente nuestro ánimo interior. Somos espectadores del dolor y de la alegría y sin embargo nuestros sentidos experimentan la realidad del frío y nuestra piel expresa el rubor de la pasión. Mientras el sueño opera se desencadenan innumerables experiencias sensorias que, a la luz de nuestra lógica, se viven como una apreciación de realidades sustanciales diferentes. ¡Y sin embargo es la única conciencia del soñante quien construye tan variados eventos! Al despertar se desdibujan las extensas e innumerables realidades y se desvanece el universo por ellas creadas. Ahora reina el universo del mundo vigílico, avivado nuevamente a la luz de nuestros sentidos. Ahora, ya despiertos, asumimos nuevamente que el mundo es la suma de variables eventos independientes.
Para el Advaita la visión de la sustancia que compone la materia se parece a la que explicamos en la percepción onírica, donde finalmente cualquier evento existente, sin importar si su condición es ideal o material, deviene de un único sustrato al que denominamos “conciencia”. La diversa gradación de sustancias materiales nace de la aparente modificación probabilística con que la conciencia puede expresarse sin dejar nunca de ser ella misma. Digamos que las gunas y sus diversas mezclas existentes son la base teórica de la descripción material que compone el universo entero. Cuando la experiencia consciente se advierte desde la No-dualidad, se nota claramente que el universo material e ideal es una modificación de la conciencia, sin que materia e ideas dejen de ser jamás la conciencia misma. Esa aparente dicotomía que permite la coexistencia de la conciencia No-dual siendo lo que siempre ha sido y de la materia como expresión de una conciencia individual permite explicar que, según el estado de cognición del individuo, pueda aparecer uno de cinco posibles estados de conciencia que implantan una realidad asociada a las condiciones mismas de la cognición.