Hay varios puntos interesantes para analizar en la práctica meditativa al escuchar música: el acto de escucharla, el placer experimentado por hacerlo y las sensaciones meditativas que acontecen como resultado del proceso.
De los tres procesos, el primero es el único que me parece importante, los dos restantes son más de lo mismo: expectativas mentales. Escuchar es una acción referida al sentido auditivo. Basta que escuches a Mozart o a cualquier músico, desde lo clásico al rock, y mantengas la atención proyectada en el origen del sonido para que inmediatamente se «despersonalice» la percepción. Esta «despersonalización» implica ausencia yoica, esto es, escuchar sin «quien» escuche.
Si reconoces el nivel estético de la música podrás detectar el placer que conlleva escucharla. Dicho placer estético es similar al que un amante del rock puede obtener por escuchar su grupo preferido; es simplemente cosa de educación y de costumbre que se adquiere al escuchar vez tras vez un tipo de música que finalmente se hace grata. El placer estético lleva de manera implícita el «gozante» de dicho placer. Música y gozador instrumentalizan una dualidad cognitiva que, al mantenerse, simplemente forja un hábito, esto es, se refuerza para convertir dicha percepción en algo que prime mediante el gusto sobre las restantes.
En cuanto a las sensaciones meditativas puedo decirte que no son tales. La «sensación meditativa» es la orgásmica sensación estética que tu mente es capaz de vislumbrar ante la expresión brillante de una música casi perfecta. Las sensaciones realmente maravillosas son aquellas fruto de una percepción estable y continua, donde hay carencia de yoidad. Cualquier vislumbre de conformación estética no se acerca a la experiencia No-dual que los estados de meditación proveen.
Los estados meditativos acarrean una forma de cognición totalmente diferente a lo que se suele conocer. La No-dualidad incluye simultáneamente la música, la escucha, el espacio intermediario donde ella ocurre, al salón donde resuena, a la casa donde retumba, a la ciudad donde todo acontece, al país que la habita, hasta a la galaxia que la contiene. Todo ello simultáneamente en un rapto de Meditación. El carácter de belleza estética es un pálido reflejo con respecto a percibir simultáneamente el universo por doquier. En verdad, meditar es mucho más que el simple placer de rodearse de lo bello.