En estos días se escucha hablar del desplome económico y la fractura del sistema capitalista de libre mercado. Por doquier aparecen temores fundados en la imposibilidad del control económico del futuro. Durante decenios personas o entidades inmensamente ricas han controlado el devenir económico, pero sus ansias de mayor riqueza han hecho que se colapse la base sobre la cual operan.
La respuesta ante el incesante egoísmo económico es que, más allá de cualquier circunstancia, finalmente la redistribución equitativa del ingreso es la única salida lógica para equilibrar cualquier sistema social. Sin embargo, jamás se logrará en la práctica mientras no exista en la mente humana la comprensión válida de que más vale la fuerza de construir para bien de todos que para bien personal.
Mientras el miedo ondee en la mente humana esta deberá esconderse de sí misma viendo como enemigos a sus congéneres. El miedo al futuro no es más que la expresión de la duda sobre la razón de ser de sí mismo. Adentrarse en sí mismo y reconocer otra forma de realidad muestra de forma práctica e implícita una nueva moral. Navegar por los océanos de la No-dualidad provee una certeza hacia la existencia de Ser que no fluctúa ni ante el instante mismo de enfrentarse a la muerte.
La experiencia continua de la No-dualidad impide la aparición del miedo, pues evita la opción de la duda ante cualquier constructo mental. El miedo no asume la forma de animal que engulle la vida y el tiempo, sino la de evento ante el cual se reacciona sin duda. La ausencia de duda no arregla el mundo, pero impide sufrir por él.
El miedo cobra otra dimensión cuando la psique no se pierde en él, dotándole de una realidad y fuerza inexistente. El miedo es tan sólo ausencia de certeza de Ser.
La primera y más fuerte creación del miedo es el egoísmo. El egoísmo es la creencia de mi existencia separada de aquello que conozco, creencia que deviene en fuente de toda enfermedad.
Dicha creencia se esfuma en los mundos de la No-dualidad; allí, en la No-dualidad, el Saber del Ser asume una connotación tan diferente que no se requiere de dudar sobre lo conocido ni sobre lo que se Es.
En verdad, ante el agitado manto de la vida con el que nos arropamos a diario, la no-duda es la expresión más práctica de la vivencia No-dual. Ello no implica aislarse del entorno, sino observarlo a través de una óptica diferente, usando el mecanismo de la comprensión que allega la experiencia No-dual.
Y, ¿qué es la experiencia No-dual? Es aquella forma de saber en donde se comprende que el universo y quien lo conoce, en cualquiera de sus infinitas facetas, posee una interrelación de todo en todo y no de partes en partes. Por ello, la mente de quien ha experimentado con suficiencia la No-dualidad, se ve libre de una reacción emotiva cuya base esencial es la duda, esa imposibilidad de sostenerse ante una certeza cognitiva.
Miedos hay miles. Los hay cognitivos, en forma de duda filosófica, y los hay psicológicos, cuyo inmenso abanico es estudiado por la psicología. Todos ellos son expresiones de la incapacidad de sostenerse ante la certeza de cualquier evento experimentado. Todos ellos viven en conjunción con el egoísmo. La ausencia de egoísmo libera del efecto de la dualidad. Libres de la dualidad, se experimenta finalmente la libertad.