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Estamos condicionados

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A través de nuestra vida hemos leído decenas, centenares de libros, visto innumerables películas y escuchado numerosas canciones, pero no podemos retenerlo todo. Al cabo de unos años, releemos un determinado libro y nos resulta novedoso. Sin embargo, hay recuerdos, emociones, sentimientos, fantasías, anhelos, juicios, en definitiva, un carrusel de recuerdos mentales que de forma espontánea se hacen presentes cotidianamente. Así, observamos que estamos condicionados por una especie de exigencia que nos sitúa en ciertos tipos de memoria, en recuerdos específicos. Prevalece en la mente la evocación de ciertos recuerdos que implican la recurrencia de determinadas tendencias mentales. El afianzamiento de fracciones específicas de memoria genera lo que llamamos “hábitos mentales”, y dichos hábitos pueden asociarse a actividades psicológicas o físicas, según sea el tipo de recurrencia que se establezca.

De forma análoga a como el individuo desarrolla hábitos de comida por la repetición de la ingesta de ciertos alimentos, así también desarrolla hábitos energéticos, físicos y mentales que constituyen precisamente su capacidad de respuesta más común ante la vida. Es decir, tanto a nivel individual como colectivo nos expresamos a través de ciertas tendencias basadas en nuestros recurrentes hábitos. Los refuerzos que por vidas enteras hemos creado conforman tendencias que nos llevan a una respuesta específica respecto al mundo y a nosotros mismos. Más aún, cabe afirmar que toda individualidad, ya sea personal, familiar, genética, social o tradicional cultural está estructurada como tal precisamente por acumulación de frecuentes respuestas cíclicas o hábitos.