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Estados de conciencia: Pensamiento (II)

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La mente, en el estado de Pensamiento basa su actividad en la memoria, evoca contenidos y los compara para contrastar la percepción que realiza y así dar juicios de validez a las cosas que conoce. Mientras esto ocurre, el individuo se asume a sí mismo como conocedor de dichos juicios. Una y otra vez recurre a este sistema de cognición reforzando esquemas mentales y convirtiéndolos en hábito. Luego, presa de los hábitos mentales a causa del refuerzo previo, no puede dejar de pensarlos. Finalmente sus propios hábitos se convierten en la cárcel que le obliga a pensar alocadamente sin poder decidir por sí mismo.

Este es el mundo donde los seres humanos nacen y donde finalmente cierran los ojos al expirar su último aliento. La gran mayoría jamás en su vida tiene ocasión de experimentar otros estados de cognición más estables. Cada quién se mira a sí mismo como una conformación creada paso a paso en el tiempo y en el espacio. La mediatez de la experiencia, el cambio incesante que sufre el mundo ante la evidencia de su inestabilidad hace que todo ser humano sufra por lo inevitable, por lo desconocido. La vida pendula alternativamente entre los extremos de placer y dolor, pero aún estos extremos varían y son inestables.

La cognición y la realidad son una vorágine de imágenes que se intercalan y luchan por sobrepujar para salir a flote a la luz de la conciencia individual. Allí no es posible controlar la mente, allí simplemente los hábitos mentales toman el control de la percepción y sugieren las condiciones sobre las cuales se interpreta el resto de eventos. En el estado de Pensamiento se piensa sin querer pensar, se siente sin querer sentir. Qué importan nuestros deseos; lo que vale es la experiencia causal cuyo resultado advertimos a cada momento.