Este estado de conciencia adopta como característica esencial la tendencia hacia la exclusión del sujeto o del objeto de la cognición, ya sea que la percepción se realice “fuera” o “dentro”, respectivamente. La Observación, como estado de conciencia, invita a la predominancia de sujeto u objeto inhibiendo la otra parte en la cognición.
Si la atención se posa permanentemente en los objetos externos, de tal forma que el mundo cobra la intensidad que suele ofrecer el asombro, la novedad o la sorpresa, entonces el objeto de cognición es conocido sin que en ese mismo instante se advierta a un sujeto que haga parte de ese proceso. La conciencia se asocia al objeto sin que necesariamente exista la presunción de un sujeto que pueda asumir la propiedad del proceso cognitivo que se realiza.
Cuando, en cambio, la acción realizada es interna, es decir, los cinco sentidos físicos se desconectan momentáneamente, entonces la realidad que se describe tiene que ver con el mundo situado dentro. La anulación de objetos mentales se hace palpable, y gracias al poder intrínseco de la conciencia podrá experimentar el vacío de objetos como una maravillosa realidad.
La experiencia de la Observación, ya sea interna o externa, no procura sentido de causalidad, de karma. Por esta razón, la Observación es una experiencia que favorece el autoconocimiento. Sin embargo, debe acotarse que la Observación, en sus dos facetas “dentro” y “fuera”, no es lo suficientemente estable para determinar que la cognición allí realizada detecte realmente lo que Es. Es la intromisión de los estados no-duales, en forma de Concentración y Meditación, lo que realmente permite avizorar una experiencia continua, total y Real.