Escuchar la Verdad llena de asombro porque, aunque la mente no entienda, no puede negar que lo que se dice, es cierto.
Aunque no entendamos qué es la belleza, cuando vemos un maravilloso atardecer o amanecer no podemos dejar de contemplar y asombrarnos; no sabemos que tienen, pero vemos en la fuerza de los colores, en el ímpetu de la inmensidad del cielo, formas maravillosas y exquisitas que llevan a la contemplación. Así es la Verdad aunque no sepamos de sus intríngulis, aunque no sepamos de sus sinuosos laberintos, aunque no sepamos de la belleza que esconden sus palabras o sus ejemplos, somos capaces de fracturar la mente y el corazón, asombrándonos de cosas que son únicas, de cosas que tal vez alguna vez hemos escuchado y se nos han olvidado y por esa razón aunque estemos en silencio no avizoramos como válidas.
El ser humano, desde este lugar y condición, se convierte en un ser profundamente libre.
No hay nada más bello que escuchar la Verdad
Me acerqué desesperado al Advaîta porque las pocas gotas que pude beber de su sabiduría refrescaron completamente mi sed interior y desde allí, el salto a la búsqueda interior empezó a cobrar sentido. De no haber encontrado y escuchado a mujeres y hombres sabios, no hubiera sido posible implementar la búsqueda que desde esos momentos intenté adquirir paso a paso; Luchando entre la pugna por esforzarme a entender y soltarme a saber, se dio un conocimiento que poco a poco se convirtió en el parafraseo que todos ellos intentaron transmitir en los momentos donde yo simplemente no entendía.
No hay cosa mayor que el asombro, no hay cosa mayor que el aprendizaje, es lo más exquisito que existe y lo más liberador que se puede llegar a ofrecer.