En la cognición No-dual excluyente, propia del estado de Concentración, brilla la Conciencia Pura, pero aún no fulgura en él la Seidad y Bienaventuranza Absolutas.
He aquí otra gran distinción entre Concentración y Meditación interior; o su simétrica: la Meditación en la Acción. La introducción al campo de cognición de nuevos contenidos excluidos va conformando un nuevo campo con fronteras cada vez más amplias. La inclusión de nuevos contenidos no-diferenciados al expandido campo No-dual induce un sentido de Bienaventuranza no experimentado jamás. En el estado de Samadhi, No-dualidad Pura, todos los contenidos no-diferenciados han sido incluidos al campo de cognición. El estado mismo reconoce identidad de todo contenido respecto a cualquier otro contenido: quien Conoce es lo Conocido.
El reconocimiento consciente, por parte del Saksim, del ingreso de nuevos contenidos no-diferenciados a su campo de cognición, crea en la experiencia meditativa un rasgo característico de Bienaventuranza imposible de retener por el mismo Saksim. Éste cede el paso a la identidad propia del nuevo campo de cognición en expansión constante: el Atman. Así, entonces, la dilución del Saksim origina el estado de Meditación asociado a la nueva identidad cognitiva del Atman. Allí, la Bienaventuranza es la expresión de la identidad no-diferenciada de todos los contenidos no-diferenciados que pueblan el estado.
El Saksim, identidad del estado de conciencia de Concentración, es arrasado por la intensidad de la experiencia del estado Meditativo. La Bienaventuranza, propia de la integración de contenidos no-diferenciados, no puede ser sostenida por aquél. El Saksim pasa de experimentar su propio estado a diluirse, mientras refulge ahora el Atman
Ser aplastado por un torrente de Amorosa Bienaventuranza genera, en sus propios albores, una franca sensación de entrega del Saksim a un nuevo estado no inteligible ni experimentable por él. Se entrega sin posibilidad de regreso, sin retorno. Es la pérdida total de cualquier traza de pertenencia consciente e inconsciente de la memoria, razón por la cual el tránsito al nuevo estado puede incluso ser acompañado de una sensación de temor reverente, similar a la pérdida voluntaria de todo tipo de control. He aquí el famoso “monstruo amorfo” o “guardián del umbral”, mítica personificación que ha sido vertida en cientos de páginas escritas por los esoteristas de antaño, cuyas fantasías eran prolijas en crear historias, cuentos y leyendas gracias a que sus mentes no podían recrear por propia experiencia el tan temido y, a la vez, maravilloso estado que en ocasiones suele operar en el umbral entre Concentración y Meditación.