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En el mundo místico no existe más razón de ser que el Amor

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En el mundo místico no existe más razón de ser que el Amor. El Amor es la vía para comprender que las diversas partes que conforman lo Divino interactúan todas al unísono y simultáneas. Así, el sentimiento místico es capaz de llenarlo todo. Es un Amor independiente de “la forma”. Es como el amor de la madre hacia un hijo deforme, igual que el amor de los santos cristianos a los leprosos que cuidaban y besaban. El sentimiento trasciende cualquier circunstancia, porque el Amor va mucho más allá de la forma o la apariencia. La forma no es más que una vía que recrea la posibilidad de estar cerca del Amado.

Todo ser humano tiene la capacidad de ver a Dios (que no es más que la capacidad de verse en Dios), pero lo que habitualmente ocurre es que se vive a la espera del “momento adecuado” para que eso suceda; esperamos el momento para ser felices, el instante adecuado para entregarnos de la manera apropiada; queremos vivir el amor a nuestra manera, sentir de una forma especial y única que es la “nuestra”, esperamos que nos entiendan para poder darnos plenamente. Nadie se atreve a entregarse “desnudo de condiciones”, nadie es capaz de entregarse a un instante, a un sentimiento, a algo externo y ajeno, y menos aún a la idea de la Divinidad porque es considerada terriblemente lejana, extraña, un poco irracional, innecesaria y un tanto absurda.