La no-dualidad interrelaciona los diversos objetos que constituyen el universo bajo una nueva apreciación, aquella en donde la individualidad coexiste con la totalidad. En esto se parece al holograma, donde cada una de las partes está relacionada con el todo. En el holograma la información no es esencialmente diferenciada sino que toda ella se entremezcla como un todo a la vez que se puede presentar como diferente. La consecuencia más importante del concepto “no-dualidad” es la ausencia de realidad del sentido de individualidad. El “yo”, como entidad independiente y generadora de individualidad, es tan aparente como cualquiera de las miles de conformaciones independientes que emergen en un sueño. La realidad del “yo” queda establecida como válida solamente en los universos conscientes donde éste es capaz de reconocerse a sí mismo; más allá de estos estados de cognición, el “yo” se parece al espejismo que la mente ofrece en medio de un ambiente soleado y árido.
La experiencia No-dual incluye ser consciente del mundo ideal y real, pero bajo un supuesto de simultaneidad en los eventos conocidos. Para que exista en la mente la opción de una cognición simultánea en el tiempo y ubicua en el espacio, es necesario desalojar de los procesos cognitivos el sentido de yoidad que suele acompañarlos. Cuando el sentido de apropiación del “yo” se erradica de la mente, la conciencia pasa de una apreciación individual a una No-dual. La conciencia por sí misma, como receptáculo del saber, asume el rol de ser agente de cognición, y dicha actividad consciente reconoce que sujeto y objeto no son diferentes de ella misma conociendo; incluso la actividad consciente reconoce que objeto y sujeto son expresión de la misma conciencia que conoce. El universo se convierte en una continuidad de objetos-sujetos no-diferenciados, completamente vivos y sin frontera alguna en la cognición No-dual.