El karma tiene una acepción ética y otra metafísica.
Desde la perspectiva ética, el karma relaciona el actor y la acción, y crea un tipo de actuar moral que delinea un tipo de vida. Dicho tipo de vida es consistente únicamente si existe en el actor sentido de apropiación en la acción y provecho por el fruto de la acción. La “acción recta” ha de convertirse en un modelo práctico que resuma la razón de ser de un individuo actuante. El dharma, como razón de la acción, es la forma más inteligente de actuar, pues es la única que favorece un sentido real de libertad.
Desde la perspectiva metafísica, el karma es la causa de ser del “yo”. La realidad dual se establece en la medida que existe un “yo” que asuma como propia la experiencia mental de la dualidad objeto-sujeto. La continuidad egoica es un subproducto y no la causa de la creación. El “yo” es un invitado al espectáculo de la creación pero, mientras dura la representación dual, asume que es una real y fraccionada parte del espectáculo de la vida.