En el campo de los contenidos mentales, cabe plantearse una cuestión: si se establece que la inercia es la cualidad que tiende a dotar de estabilidad a las cosas, ¿cuál es la tendencia que con mayor continuidad y capacidad de mantenerse se manifiesta en el ser humano, al punto que, precisamente, le caracteriza como individuo? Es el “yo”, la condición egoica, la capacidad de reconocerse como individuo y como entidad diferenciada del resto de las cosas; el “yo” es el contenido ideal que posee una mayor inercia en el ser humano.
Retomando la naturaleza de los fenómenos físicos, podemos usar un ejemplo práctico que ilustre cómo se relacionan inercia y frontera. Todo objeto suspendido a cierta altura está dotado de una energía potencial que depende de la masa, de la gravedad y de la altura respecto a un sistema de referencia; al dejarlo caer, la energía potencial se va transformando en energía cinética, definida como la medida de la masa por la velocidad al cuadrado. Por experiencia directa se sabe que este modelo de comportamiento es extrapolable a todos los sistemas cerrados, deduciéndose que la energía ni se crea ni se destruye, sino que simplemente se transforma. De forma análoga, el binomio “inercia-frontera” inherente a todo contenido mental opera de modo similar, es decir, cuando aumenta la intensidad de una disminuye la de la otra y viceversa. Así, al alimentar la intensidad de la inercia de un contenido a través del hábito, aumentará la solidez de dicha inercia, se ampliará, y esto redundará a su vez en una disminución de la intensidad con que se manifiestan sus fronteras, haciéndose más tenues y permeables.
Desde esta perspectiva se entiende la omnipresencia del sentido del “yo” en la percepción común: su inercia, alimentada constantemente por el hábito, es altísima y por tanto su frontera muy tenue, circunstancias que explican que su presencia lo impregne todo. Por el contrario, resulta difícil situarse y después mantenerse en estados interiores profundos, como por ejemplo la Concentración, ya que debido a que no hay hábito para permanecer en ellos la inercia es muy baja y por tanto sus fronteras son muy firmes y poco permeables.