El mundo, según la cotidiana perspectiva humana, está conformado de innumerables entes con características y calidades propias. Cada uno goza de atributos específicos que lo hacen único. Se agrupan entes por familias o géneros, en razón de sus características químicas o propiedades físicas, etcétera. Los atributos de todos los entes partícipes del universo son tan variados que, al poseer tal cantidad de características, aportan un sesgo único que los diferencia de los demás. La conclusión del razonamiento empírico es simple: el universo está constituido de infinitas condiciones de vida, cada una con matices propios. Cada ente, gracias a sus condiciones propias, se diferencia de cualquier otro en toda región donde la vida orgánica e inorgánica tiene sustento.
Es innegable, al razonamiento dialéctico, que la vida transcurre paralelamente en todos los órdenes de existencia. Unos a otros se acoplan para gestar la dinámica multidimensional de la vida. Sin embargo, ¿es posible concluir que cada ente difiere de cualquier otro? El entendimiento pragmático responde afirmativamente: sí; cada Objeto, cada ente constitutivo del mundo difiere de otro según se estudie como parte, grupo o familia. Así, entonces, un árbol difiere de la montaña donde crece, de las nubes que la cubren y de las estrellas situadas más allá de nuestro cercano firmamento. Sin embargo, el Advaita, a la vista del más puro razonamiento metafísico, opina lo contrario: ¡tanto árbol, montaña, nube y estrellas son idénticas, siempre lo han sido, lo son ahora y siempre seguirán siéndolo!
¡Qué extraño panorama tan contrario al sentido común ofrece el Advaita! Pero aún hay más. El ser humano reconoce que los acontecimientos se desenvuelven bajo la temporalidad denominada Presente. El Presente siempre otorga la maravillosa cualidad de presencia a los contenidos que nacen, se desarrollan y mueren. Se concluye que los acontecimientos florecen en un instante del Presente, posteriormente mueren y dan paso a otros sucesos, y así giran todos indefinidamente conformando la dinámica rueda de la existencia. Esta es la cadena de la vida, compuesta por innumerables eslabones-acontecimientos. Nuevamente el Advaita realiza otra afirmación contraria al sentido común racional: ¡Tanto los variados acontecimientos que conforman el universo como el Presente en que se desenvuelven son idénticos!
El universo no es lo que vemos, ni somos lo que creemos que somos; el verdadero universo es una corriente de Existencia, Conciencia y Bienaventuranza indiferenciada, cuya esencia primaria es la identidad de todo lo existente. ¿Cómo los mortales pueden equivocarse en tal alta medida al apreciar e interpretar el teatro de la vida?
El fin esencial del Advaita es mostrar en forma ordenada las ideas que soportan la afirmación: el individuo es idéntico a la realidad No-dual, a lo Absoluto. A su vez, el Advaita aporta el mecanismo práctico que permite su experimentación.