Los samskaras, como tendencias hereditarias o hábitos firmes, se han conformado a lo largo de años y siglos, llegando a un punto donde comienzan a subsistir por sí mismos, creando incluso una respuesta inconsciente situada más allá de la propia voluntad humana. Algunas respuestas mentales como “conocer”, la “inteligencia”, “sentir” y “amar”, por citar las más genéricas, pasan a estar condicionadas por una serie de hábitos previos, al punto que dejan de ser respuestas espontáneas y naturales. A esa falta de claridad mental a la hora de reaccionar ante el entorno y ante sí mismo le llamamos “ausencia de libertad”. El ser humano no es libre por sus samskaras. Está encarcelado en su mente porque su reacción ante cualquier evento interno o externo no es libre de historia. Nunca es natural o espontánea una reacción impuesta previamente por una actividad condicionada, ya sea esta partícipe del cuerpo, del prana o de la mente. Somos esclavos de nuestros propios hábitos, presos de nuestras reacciones no espontáneas; incluso cuando decimos “te quiero” o afirmamos que “entiendo” o “me gusta este hobby” o “me gusta ese tipo de comida” o “me gusta aquel tipo de ropa”, son nuestras propias tendencias las que aparecen una y otra vez circunscribiendo nuestra reacción a una condición previamente determinada.
Así pues concluiremos que la mente, a través de los hábitos, nos quita la libertad, nos encarcela en pensamientos que no podemos controlar. Imposibilitados para salir de un círculo vicioso que se reproduce incesantemente, nos vemos supeditados a nacer y morir vez tras vez. La voraz condición de los samskaras impulsa nuevamente a tomar un cuerpo y una mente; de esta manera, condicionados de forma reiterada por respuestas que están más allá de nuestra propia cordura, nuevamente nos ahogamos en el océano de lodo de nuestros propios hábitos mentales, cada vez más reforzados.