Los hábitos constituyen un mecanismo hasta cierto punto conveniente y necesario para preservar la supervivencia de la individualidad, ya sea a nivel personal, familiar, racial, cultural, etcétera. Ciñéndonos al caso del individuo humano, el reforzamiento de unas específicas tendencias a lo largo de un sinnúmero de vidas derivará en la gestación de una serie de samskaras que, en su esfera de actividad, se sitúan más allá de la órbita de la voluntad. Estos fuertes hábitos trascienden la esfera volitiva, pues ya sobreviven por sí mismos, y son los que determinan la estructura básica de los diversos koshas (1) que conforman al individuo.
Se suele decir que el ser humano es, desde esa perspectiva, un conjunto de samskaras. Son, por ejemplo y a nivel fisiológico, las tendencias o samskaras quienes condicionarán de manera precisa y definida tanto la marcación de género, haciendo que la individualidad se exprese como hombre o mujer, como la constitución física, determinando la estatura, delgadez, agilidad y el sinfín de modos de expresión que hacen parte de la estructura corporal. De forma análoga, esos samskaras conformarán el cuerpo energético y determinarán la particular manera de metabolizar los alimentos, los procesos enzimáticos, la capacidad de absorción de calorías, la función respiratoria, es decir, todas las funciones energéticas asociadas al cuerpo físico. Y, en esta línea, esos samskaras harán que la mente de la persona se exprese en función de sus condicionamientos, haciendo que emerjan en dicho individuo las particulares tendencias emocionales, sensibles, racionales o pasionales.
Continuando con este último apunte cabe señalar que, contra lo que pudiera parecer dada la complejidad y diversidad que se presenta en la mente, el ser humano básicamente no posee muchos samskaras. Realmente son muy pocos, cuatro o cinco; lo que hay son múltiples simetrías de esos samskaras, es decir, formas de presentación aparentemente divergentes. Así, un niño con tendencia a la actividad, a la expansión, fácilmente y de manera natural salta y habla sin parar, pero si es fuertemente castigado o reprimido para que no lo haga, puede dar nacimiento a una simetría que implica pasar a la ausencia de dicha expansividad, en forma de timidez, inseguridad o melancolía. Cualquiera de los factores nacidos por simetría, como la melancolía, puede a su vez gestar una nueva simetría en forma de retraimiento, violencia… al punto que de adulto puede incluso llegar a asumir como propia y natural dicha actitud irascible.
La tendencia al cariño, por poner otro ejemplo, puede estar presente también en la simetría de su negación. Una respuesta opuesta al cariño puede emerger por miedo al rechazo, y de dicha negación pueden nacer espontáneamente las simetrías del dolor, la culpa, el vacío… Es desde esa confusión originada por innumerables simetrías nacidas de un mismo samskara desde donde el ser humano es capaz de desarrollar un universo mental caótico, una vida carente de realidad y una expresión psicológica completamente inestable.
(1) Envolturas o upadhis que conforman al ser humano y le otorgan su identidad. El análisis de los koshas se desarrolla en varias obras de Sesha, especialmente en Atmabodha o Conocimiento del Sí-mismo (sloka 14, página 82)