La relación entre pasado y presente que acontece en el mundo dual se denomina karma. Sin embargo, es importante aclarar que el encadenamiento de la acción y su posterior consecuencia surge exclusivamente si al ejecutar el acto causal existe intencionalidad, sentido de “yo”; de no ser así, el acto que opera en cualquier presente es libre y no genera consecuencias de relación futuras con ningún otro instante ni ningún otro lugar. Vives en la ilusión de creer que tu “yo” existe, al igual que crees que las personas que aparecen en un sueño son reales e independientes de ti, o al ver una soga enrollada reconoces como verdadera una falsa serpiente. Vives encarcelado en un mundo que tu propia mente ha construido; en esa cárcel sufres y gozas pero, simplemente, eres una marioneta de un destino que forja tu propia ignorancia. Ves que todo nace y muere; notas que, sin importar qué, la vida es cambiante y toma un rumbo que no puedes evitar. ¿Crees que tu voluntad te sirve de algo? Entonces, no pienses, no enfermes, sé feliz o no mueras. Nada de lo que piensas es realmente importante, igual morirás. Tu única opción inteligente es el sendero del dharma.
La consecuencia de cualquier acción que hayas realizado siempre aparecerá y cuando erróneamente te identifiques con ella asociándote por apetencia de fruto o sensación de pertenencia crearás nuevo potencial futuro, y así generarás un círculo vicioso de nacimiento y muerte sin final. De no ser así, o sea, de no existir mientras actúas “apetencia” y “egoencia”, el acto realizado es libre. Es esa realmente la libertad a la que todo individuo puede optar. Así pues, ten claro que tu libertad no está en decidir qué acción realizas; tu libertad está en identificarte o no con la acción que ejecutas. Por ello, el libre albedrío no se valida en la escogencia voluntaria a la que se supone que el sujeto tiene opción gracias a su propia voluntad, sino a la capacidad de identificarse o no con la acción que realiza.