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El problema no es la acción, es su interpretación moral

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Sesha: ¿Qué regla impulsa a un niño a actuar si en su mente no existen códigos morales?

Estudiante: Tal vez actúa de acuerdo a su espontánea naturaleza.

Sesha: ¿Y no es esa “espontánea naturaleza” la que también empujaría a un ladrón a robar, o a un sacerdote a oficiar?

Estudiante: ¡Pues sí, lo que ocurre es que un niño posee inocencia!

Sesha: ¿A qué llama usted inocencia?, ¿a estar libre de culpa, o tal vez a la sencillez?

Estudiante: Sí, efectivamente a eso.

Sesha: Un niño jamás justifica sus actos, pues los realiza sin pensar en lo que fue o será. Estar demarcando el tiempo mientras se actúa rompe la inocencia del actuar.

Estudiante: No entiendo claramente la connotación temporal que usted asocia a la acción y que la relaciona con lo que fue o será.

Sesha: Cuando un niño actúa espontáneamente no relaciona su proceder con los actos previos o futuros; en cambio, cuando un adulto lo hace, busca algo en la acción diferente a ella misma. Un niño actúa por actuar, un adulto lo hace por conveniencia.

Estudiante: Lograr una valoración ética de los actos personales y de las acciones realizadas por las personas es un dilema desde siempre. ¿Por qué cree usted que es una situación sin salida?

Sesha: La acción y la valoración de los actos tal como usted los ve y los estudia son una sin salida; sin embargo, sí existen medios para determinar la correcta acción.

Las culturas moralistas deben adecuarse al cambio que ofrecen los tiempos. Ninguna logra mantener las reglas invariantes en la acción, puesto que ellas mismas son la expresión del mismo cambio que sufren las personas y la sociedad. Entienda: el problema no es la acción, es su interpretación moral. No existe acción que por sí misma, y sin necesidad de interpretación moral, sea válida.