El presente es un abismo en el que la percepción cae y se modifica. ¿Cómo se experimenta el universo mientras se percibe la continuidad del presente? ¿Qué ocurre con la actividad temporal asociada al pasado, presente y futuro cuando la conciencia fluye en la cognición de los “acontecimientos que se suceden”? ¿Qué ocurre al espacio tridimensional cuando lo miramos inmersos en el presente? ¿Qué ocurre con el “yo” mientras, sumido en el presente, fluye este sin intervalos?
El presente es el acto de percepción más auténtico que existe. Fluir en el presente implica permanecer atento. Observa apaciblemente tu entorno; contacta con la corriente presencial en la que te encuentras inmerso y nota cómo la estabilidad y continuidad se mantienen. Lograr la destreza de fluir en el presente puede requerir años. Has de saber que, mientras fluyas en él, no se plantea mentalmente la existencia del “yo”. Por ello, cada vez que pienses que te encuentras en el presente, sepas que no lo estás, pues mientras perdure el “yo” la realidad no es presencial.
Con la destreza adquirida por los años podrás pasar de un objeto a otro de tu cercanía y vivirlos como si fuera la primera vez que los conociste. Cada vez que los observes aparecerán existiendo nuevamente tal como los advertiste la primera vez. Notarás la extraña tridimensionalidad de los objetos y la maravillosa brillantez que adquieren por el hecho de experimentarlos de forma viva y presencial. A su vez, sabrás que la aparición del “yo” va en paralelo con pensamientos ajenos a los momentos que acontecen. La intensidad propia de los objetos experimentados de manera presencial cede al verse inmerso el perceptor en el juego de pensar sin saber por qué piensa, de sentir sin saber por qué siente. Mientras la mente se refugie en la aparición desordenada de la memoria, el ser humano será victima de sus propios recuerdos.