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El mundo interior: Gnana Yoga

Existe el género humano reflexivo, aquel que vive mayormente en su interioridad, buscando con ello comprender la naturaleza esencial de todas las cosas. Este personaje analítico busca desentrañar los misterios de la vida haciendo uso de la razón, la inteligencia y la lógica. Así, es capaz de atesorar secretos en forma de comprensiones y aprendizajes reflexivos. Es el universo del saber el ambiente que posee el don de calmar el anhelo de dar razón y sentido a la existencia.

El conocedor de sí mismo direcciona su razonamiento en detalle, tal como un águila advierte a la distancia el más mínimo detalle de su presa. De este modo, desde una mente reflexiva y ordenada es posible comprender los atributos que llevan a la realización interior.

Los procesos reflexivos llevan a buscar respuestas a la pregunta fundamental que todos nos hacemos desde milenios: ¿quiénes somos? Indagamos en el mundo que nos rodea y, mediante la búsqueda de las leyes que rigen el universo, intentamos descubrirnos a nosotros mismos. La disquisición del mundo interior, aquella fracción de realidad que nace cuando la mente funciona y, específicamente, el universo que surge cuando los cinco sentidos físicos momentáneamente se apagan, permiten así vislumbrar la inmensidad de la interioridad personal.

Todo buscador de sí mismo ha de encontrar un ambiente propicio para realizar aquello en lo que naturalmente es diestro. El ambiente adecuado para la autorreflexión ha de buscarse en el mundo interior, el ambiente que emerge cuando la mente no usa los cinco órganos de los sentidos. Cuando vista, olfato, gusto, tacto y oído se desconectan, entonces nos vemos catapultados al exclusivo mundo de la mente. En este universo cognitivo la realidad externa desaparece, dando pie al nacimiento de la percepción interior, al encuentro de la memoria y los recuerdos en toda su infinidad de atributos.