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El dharma produce libertad

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No hay una actitud única y correcta para realizar un acto cualquiera en la vida. La ausencia de una normativa que defina la acción claramente hace de la ética algo relativo. Las normas intentan categorizar la acción mediante la restricción. Se implanta un mecanismo de control que sirva al bien común. Ello es una falacia, pues siempre son pocos los que deciden por muchos qué es lo correcto y qué no. El Advaita ataca la relatividad de la acción evitando la reglamentación e introduciendo dos nuevos conceptos.

Existe una actitud correcta para todo acto: realizarlo sin apetencia de fruto y sin sentido egoico. No se valora la acción por sí misma, sino por la actitud de quien la realiza, en función de la presencia de su propia yoidad. No hay acciones que de por sí sean buenas, ni otras que sean malas. Toda acción es digna de realizarse correctamente siempre en oportunidad de lugar y tiempo. Cuando dicha oportunidad de lugar y tiempo acontece, surge de manera natural la ausencia de egoísmo y de deseo de fruto por la acción. Seguir una acción reglamentada que sugiera la virtud es válido para el común social e incluso para el individuo. Pero los parámetros que definen lo bueno o lo correcto son inestables, por ello toda virtud es tan solo una conveniencia social. Quienes tienen el poder normatizan a los demás induciendo lo ético y lo válido. No existe una moral universal.

La virtud como camino también es una falacia, pues tan solo surge de la conveniencia social o religiosa. Introducir el concepto de “sentido de fruto de la acción”, como presencia del yo que la realiza, clarifica el entorno de la ética. Cuando la acción que se realiza hace parte del presente, entonces espontáneamente se da la ausencia de un yo que la ejecuta y de una meta que este intenta lograr. Es una reacción natural que fluye y la denominamos dharma.

El dharma produce libertad, pues no ata a la acción con quien la ejecuta. Cuando, al contrario, se realiza una acción mental o física en la que aparece un yo, entonces dicha acción encadena al actor con la acción. El resultado final es la prevalencia del yo y, por lo tanto, dicha acción es llamada “kármica”.