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El cambiante mundo de los sentimientos y las emociones

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El cambiante mundo de los sentimientos y las emociones es base fundamental de cualquier reacción humana normal. Pero es justamente su pendular constante lo que denota que ni las emociones ni los sentimientos son referencias estables para describir acertadamente el mundo que nos rodea.

La mente humana está adaptada al carrusel de sensaciones que depara la ciclicidad de la mente. Pero dicha adaptación genera todo tipo de ambivalencias psicológicas que obligan a establecer pautas poco firmes respecto a la determinación de conductas sociales y culturales. Construir una actitud de vida estable alrededor de la arena movediza que deparan las diversas expresiones emocionales es francamente imposible.

Sin embargo, existen reacciones a modalidades de experiencias que poseen una intensidad única que, aunque no pueden definirse como emociones ni sentimientos, gozan de la cualidad de poder ofrecer una respuesta constructiva más firme y estable a nuestra conducta. Hay ocasiones en que, caminando por la montaña, somos testigos del vistoso espectáculo que la naturaleza exhibe por la belleza, color e intensidad que nos ofrece; son también aquellos instantes que se agrupan ante el gozo del deber cumplido cuando, mediante un esfuerzo y entrega, llegamos al final de una meta previamente establecida. Hay, para ambos casos, una suerte de reacciones a eventos que no pueden ser denotadas como sentimientos, pues no están teñidas por su fugacidad; antes bien, ofrecen una intensidad continua poco frecuente.

El panorama del mundo cambia cuando la mente reforma su modo de percepción. El hecho de retirar el sentido de “yoidad” de la cognición instaura la presencia de diversas modalidades de reacciones ante el entorno, que no pueden ser catalogadas como sentimientos ni emociones, pero que gozan de una intensidad mayor que estas mismas. Efectivamente, existe un universo de representaciones mentales, una variada gama de reacciones que no pueden estipularse como pensamientos, sentimientos ni emociones, pero que ofrecen una continuidad de vida y de comprensión mayor a cualquiera de estos.