Un elemento muy importante en la educación es la capacidad de asombrarse. ¿En qué consiste esta capacidad, en un mundo actual, en que las nuevas tecnologías llenan el espacio que deberían ocupar los sentimientos y las emociones?
El asombro es la base de la educación según el sistema que el Advaita ofrece. Asombrarse es vivir la momentaneidad del presente. En el encuentro de la continuidad presencial es donde podemos allegar soluciones maravillosas a un mundo al que se suele tan solo recordar o futurizar.
El presente es la fuerza pedagógica que transforma la mente y lleva al entendimiento real de qué es la conciencia. El constante asombro, como método pedagógico, lleva a la continuidad presencial, que a su vez es la base metafísica del sistema Advaita. Tras la vivencia de la simpleza del presente, llega la paz. Sin embargo, el presente no es la concepción simplista que solemos tener de él. El presente, como entidad continua y no puntal, es el faro de la restructuración de la mente. Por ello, la sorpresa, el asombro, es el arte fundamental que debe esgrimir todo pedagogo.
Creo sinceramente que el problema de la juventud se basa en la falta de una educación que le genere sorpresa y asombro como sí lo hace una videoconsola o un móvil. Impedir la aparición de la tecnología o limitarla es simplemente ocultar el sol con las manos. Es menester ofrecer una reeducación de la mente para favorecer un válido uso de la tecnología. Una mente equilibrada puede dar correcto uso en lugar y tiempo a cualquier instrumento. Un joven chatea horas frente a su ordenador. ¿Lo importante es el ordenador o la comunicación que realizan? Los jóvenes requieren comunicarse y la mejor forma que se les ofrece para hacerlo es un chat, pero lo indispensable es la comunicación que sin descanso realizan entre unos y otros. Si se les ofrece un entorno para compartir que sea diferente a una maquinita, con seguridad encontrarán una forma de ajustar el uso que hagan de la tecnología.