Debe entenderse que, desde la perspectiva del Advaita, el sujeto es una momentánea realidad que aparece solo a causa de la presencia egoica en la cognición. El sujeto se parece en un todo a la realidad aparente que emerge en los sueños. Allí, mientras duerme, todos los personajes soñados parecieran estar dotados de independencia y personalidad; se advierten como existentes por sí mismos. Basta despertar para diluir dicha apreciación de independencia de los sujetos soñados. Basta posarse nuevamente en el estado de vigilia para que todas las entidades oníricas mueran y se conviertan en tan solo recuerdos. Podríamos preguntarnos al despertar: ¿quién actuaba o qué producía ese universo? Sabemos a ciencia cierta al despertar que quienes actúan en el sueño, realmente no lo hacen. Afirmaríamos que la materia que dota de independencia a dichos personajes y al decorado donde se encuentran ocurre sin que necesariamente haya un real actor. Entonces podremos afirmar que, mientras el sueño se presenta, hay actores y acciones, y cuando despertamos no hay actores ni acciones, solo recuerdos.
Por esta razón, en la representación dual que el Advaita plantea, la acción y el actor cobran una consideración muy diferente a la que Occidente reconoce. Para Occidente hay actor y acción. El actor puede actuar y realizar la acción por voluntad propia. El actor actúa sobre eventos que son diferentes de él mismo. En cambio para Oriente, el hecho de aceptar la condición No-dual como base esencial de la realidad induce un aparente sentido de actor y, por lo tanto, de acción. En este modelo oriental la voluntad propia no tiene sentido. Finalmente, el universo actúa por sí mismo, el agente es solamente parte indisoluble de este proceso.