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Ecuanimidad

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Cuando estamos sumergidos en la batidora mental y emerge el darse cuenta, lo que los budistas plantean es que en esos momentos en los que la mente está inquieta funciona la ecuanimidad.

La ecuanimidad es una mirada silenciosa, totalmente novedosa, es alinearse con la momentánea sorpresa que implica darse cuenta que se está pensando.
Así pues, lo que buscamos es una mente ecuánime, una mente que al percibir o al observar los contenidos mentales pueda sustraerse de ellos y sacar el pescado del lago. Este pescado es el sujeto, el perceptor.
Buscamos también que ese pescado sea inindagable, que no haya posibilidad de poder indagar nuevamente a ese perceptor, que rompamos las cadenas de cognición que llevan de la indagabilidad a la inindagabilidad, es decir, que ese perceptor comience el camino de la autoindagación.
La sorpresa que se requiere para lanzarnos a la Concentración es algo que se adquiere con la seguridad, con la tranquilidad, con la ecuanimidad, con la no duda, con la ausencia de control, con el no esfuerzo.
Pero evidentemente todas estas situaciones no solamente deben operar en la práctica interna sino también en la vida cotidiana. En la medida que en la vida cotidiana cesan el esfuerzo, el control, las elucubraciones innecesarias pues la práctica interna se facilita.