El mundo está rodeado de ejemplos mediante los cuales se aprende lo difícil que es encajonarlo en conceptos. Veamos, por ejemplo, el concepto ideal del número. Existen infinitos números, mas la sumatoria de números no produce el infinito. Entre dos números naturales cualesquiera existen infinitos números. Como se nota, lo infinito bordea lo definido. Ambos coexisten, ninguno excluye al otro; pero jamás se interceptan.
En el terreno de la física ocurre igual. La espléndida teoría de la relatividad conduce a conclusiones absurdas respecto a la aparente estabilidad de la materia. Por ejemplo: un sistema inercial de referencia, acelerado a una velocidad próxima a la luz, debería aumentar su masa en forma cercana al infinito. Sin embargo, a esta velocidad, el espacio que lo contiene se reduciría a cero. ¿Cómo acelerar una masa infinita que no ocupa ningún lugar? Nuevamente aparece el absurdo, mostrando la inestabilidad propia de los entes duales. El Infinito, como ente No-dual, coexiste con la dualidad, pero ambos no tienen puntos en común.
En el terreno de la filosofía, se otorga al Ser la indiscutible primacía en cuanto a lo que es real. Es innegable la simpleza del axioma respecto al cual sabemos que somos y sabemos que existimos. Pero ¿qué somos? ¿Por qué existimos? Es la más gigantesca duda propuesta por la mente. Aquí, nuevamente, lo no-definido coexiste con lo definido sin avizorar puntos de encuentro.
He aquí el más grande de los misterios y la más maravillosa de las verdades: la paradoja divina es la intersección de la dualidad y la No-dualidad. Lo Inexplicable ronda lo explicable, lo Infinito ronda lo limitado, lo Absoluto bordea lo individual y, entre ellos, solamente el absurdo es común. La paradoja es el punto común y de encuentro donde ambas realidades se tocan.
El infinito no es el extremo final del número, ni de la individualidad, ni de la materia. La Conciencia ilumina el intelecto haciendo que florezca el Saber. Sin embargo, ¿quién encuentra palabra alguna para definir a la Conciencia mientras opera? ¿Alguien ha podido aprehender la Conciencia?
El dilema siempre es el mismo. La limitación impuesta por la actividad egoica de la mente impide la vivencia de la realidad No-dual. La salida: impedir el flujo constante de enjuiciamiento mental mediante la supresión de las fluctuaciones de la mente. Allí, el Saber no cesa; tan solo pierde el vestigio egoico de pertenencia y provecho, impulsando entonces al reconocimiento de realidades sin límite o No-duales.
Dualidad y No-dualidad se interceptan en un lugar sin tiempo, en un sitio libre de causalidad cuyos principales atributos son el absurdo y el desconocimiento. Allí juegan con el individuo a forjar su egoísmo primigenio, ocultando que en esencia ya es libre, libre del dolor que impone creer que su existencia es limitada a su memoria y a su primaria consciencia personal.
“Has de saber que ni la Materia ni el Espíritu tienen principio; y también sabe que de la Materia dimanan todas las modificaciones y cualidades”
“Quien así conozca el Espíritu y la Materia con sus cualidades, en cualquiera condición que esté no volverá a nacer”
“En verdad ve quien ve que la Materia ejecuta todas las acciones y que el Yo es inactivo”
Bhagavad Gita, XIII, 19, 23 y 29. Annie Bessant, editorial Hastinapura, Buenos Aires, 1987