La devoción no sirve mientras haya “alguien” que siente devoción. El amor real no se siente cuando hay alguien que lo siente. ¿Acaso, cuando hay profundo amor, no se da la pérdida de uno mismo en aquello que se ama? Es por eso por lo que a veces el que ama parece víctima de un punto de locura: porque toma decisiones sin sentir la necesidad de protegerse “él” de ellas mismas.
Es un juego muy peligroso asumir que “yo” me siento devocionalmente unido a la divinidad, que “yo” me siento devocionalmente unido a mi maestro. ¿Por qué? Porque eso es una maravillosa emocionalidad egoica.
Lo cierto es que, desafortunadamente, es más fácil reconocer la ignorancia en el saber que reconocer la ignorancia en el sentir. Es más fácil reconocer que uno no sabe algo que reconocer que lo que siente es erróneo. En definitiva: es más fácil reconocer la ignorancia en el plano de la mente que en el plano de los sentimientos.
Es así que quien está realmente enamorado, no reconoce “él” que lo está. Él simplemente ama. El amor absolutamente incondicional es parte del bhakta, y solo pueden establecerse en él almas realmente excepcionales como Santa Teresa de Ávila o San Juan de la Cruz. Ellos hablan de Dios como su Amado, hablan de Dios como Aquello que ha prodigado en ellos la totalidad de la existencia, de manera que se pierden en aquello que aman, pierden su pensamiento en aquello que sienten. Eso es devoción. Lo otro es devoción egoica.